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domingo, 24 de enero de 2010

Capítulo IV.




CAPÍTULO 4.


William aprendió en la escuela de la especie de su amada y gracias a ellos, se integró en una guardia para una mujer que necesitaba de su ayuda. Pero él no se esperaba que lo único más centelleante que fuese a realizar era llevar recados. Siciliana, su amada, se reía de él mientras iba danzando en su escenario. El joven la veía entre el público mientras barría el suelo. Ella, tan hermosa y perfecta. William, magnificado por los cantos y danzas de la muchacha hizo todo lo posible por conseguirla. ¿Lo logrará?

Llevaba tres días en la Isla de Nince y Xania se convirtió en mi mejor amiga aparte de que nunca me dejaba ir sola a ningún lado. Entre las dos creamos un vínculo. En esos pocos días actuaba como si fuera una madre para mí.





Suspiré. Décima vez que ponía en práctica lo aprendido sobre esgrima nince. No daba pié con bola.

-Venga, no es tan difícil. Pié derecho hacia delante. Pié izquierdo atrás. Ponte en guardia-decía mi profesor. Éste tenía destellos verdes.

Él se puso en guardia y flexionó la rodilla izquierda dejando que la pierna derecha se estirara. La espada la dirigió hacia mi cuerpo, pero su intento de tocarme fue fallido. Yo imité su paso subiendo mi codo derecho y parando el golpe de su espada con la mía.

-Bien señorita, has aprendido la defensa y el ataque básicos- tenía un acento muy fuerte y ahora se erguía para hacer una especie de reverencia.-Ahora viene la hora de que pongas en práctica todo lo aprendido.

Estábamos los dos en guardia- yo respirando entrecortadamente, él…bueno, él era profesional- y mi profesor alzó su espada para pincharme, pero yo di media vuelta y pude defenderme deteniendo su ágil movimiento con mi espada.

-Chica lista-farfulló.

-Me lo han dicho más de una vez-le guiñé el ojo y descargué toda mi fuerza en un solo movimiento.

Me agaché y pasé con fuerza la espada sobre sus pies, pero éste saltó con gracilidad dejándome en ridículo. Me caí y sus destellos impidieron que pudiera ver mucho más que su contorno.

-Tocada- y se rió de mí.

Me mostró su mano para que la cogiera y me pudiera levantar. Pero mi orgullo era superior a caer tan bajo. Me levanté yo sola.
Noté que mi hombro mostraba un dolor literal. Cubrí la parte dolorida con mi mano pero le di indicio a mi profesor de esgrima a que se preocupara.

-A ver...-me quitó la mano y pudo ver que una chispa de sangre asomaba por la coraza blanca que llevaba puesta.-Quítate tú traje.

-Aquí no, me ve todo el mundo. No voy a pasearme en ropa interior en esta zona.

Suspiró.

-Bueno, pues entonces vayamos al vestidor.

-Prefiero que Xania me cure esto. Eso de que un ser masculino me atienda en ropa interior da un poco de...grima. A parte, ella es curandera, lo hará genial-me crucé de brazos y le hablé de tú a tú.

-Xania no está aquí, se ha ido. Anda, no seas ridícula y deja que te cure yo. Soy un profesor, no un adolescente Wanster- me dirigió una mirada de preocupación-venga anda.

Fuimos al vestidor y me pude quitar lo justo de la coraza para que nada más se viera la parte dañada.

-Deja que vea esa herida-le mostré mi corte y lo miró con inquietud. Yo también le eché un vistazo y parecía una pequeña raja de la que salía una fina línea de sangre. Recapacitó-¿cómo te has podido hacer eso? Has llevado puesta la protección todo el tiempo.

-Rozaduras- murmuré.

-Ya veo que son rozaduras. Quédate aquí. Ahora vuelvo.

Me dejó sola allí. Suponía que iba a buscar hierbas para sanar la herida.

Me quedé pensando en Zaldan, mi profesor. Era un nince hermoso. Siempre llevaba el pelo recogido por una coleta y sus ojos eran grisáceos, pero a la vez morados. Me gustaba su forma de ser, pero detestaba que me tratara como una niña pequeña. De todas maneras, eso era para ellos. Habrían podido vivir cientos de años.

Xania aparentaba una joven de veinte años pero en la realidad tenía ciento tres.

Decidí que le preguntaría a Zaldan cuántos años tenía, pero aparentaba veintidós como mucho.

Llegó, ahora con un maletín.

Mientras se sentaba y abría el maletín pude ver su rostro perfecto. Unos labios finos mostraban una mueca y unas cejas fruncidas hacían a su rostro cómico.

-Una pregunta, ¿cuántos años tienes?-él me despejaba la sangre de la herida con una hierba a la que llamaban Triuyit que significa “sanará todo lo que te propongas”.

-Pues tengo trescientos años recién cumplidos. Supongo que te preguntarás cómo me cuido tan bien-ironizó.

-Pues la verdad es que esa pregunta no era la que tenía en mente.

-¿Qué quieres decir?

-Lo que quiero decir es; ¿Cómo podéis ocultaros a la vista del ojo Wanster? Es decir, existiréis desde hace millones de años y nosotros todavía no nos habíamos dado cuenta de vuestra existencia.
Atisbé una sonrisa en sus finos labios.

-Mira-de su bandolera sacó un frasquito que contenía una especie de agua-si lo hueles, te oculta. No eres visible a los ojos de cualquier especie.

-Pero entonces, ¿cómo que yo os vi? Bueno, a esas ninces y a Xania.

-Descuido-habló. Terminó de vendarme el hombro.- ¡E a! Listo.

-Gracias-mis mejillas adquirieron el tono colorado que tanto odiaba.
Zaldan rió.

-De nada- y depositó un dulce beso en la mejilla, pude saborear miles de mariposas cubriendo mi estómago-me tengo que ir, tengo que dar clases a otros alumnos.

-Antes, una cosa. No me des besitos intentando hacer que parezca una niña de cinco años. Seré pequeña, pero tampoco tienes que recordármelo siempre.

-No lo hacía por eso.-Y abrió la puerta para salir.
Y me dejó sola. Al ver que cerraba la puerta de madera-él fuera del habitáculo-me toqué la mejilla besada y creí que en esa semana experimenté por primera vez el amor. Mierda, me dije a mi misma.


-Primera clase de magia, me ha tocado contigo. ¿No es genial?-era Xania la que hablaba. A parte de ser curandera daba prácticas de magia y ella sería mi profesora particular.

-Sí, ¡genial! Te prefiero a ti antes que a Zaldan.

-Anda, pero si veo que entre vosotros hay un sentimiento Glunsi-así llamaban ellos a un sentimiento no común.

-Deja de decir tonterías. ¿Empezamos ya?

-Sí. Verás, en la magia no se necesita teoría, pero sí que se necesita tener imaginación, algo que tú dominas sin dificultad. Es muy fácil aprenderla, de hecho, a los tres años de edad nince ya se comienza a dar. Bueno, empecemos. Lo primero es dejar la mente en blanco.

-Ya.

-No, ya no.-me miró con seriedad.- Aprende a conocer el sonido del silencio y abrirás las puertas a la magia. Es lo más dificultoso que te encontrarás, pero es lo más esencial.

-Vale- mí voz sonaba neutra. Me concentré y cerré los ojos. En la habitación no se
escuchaba nada. Pero necesitaba escuchar el sonido del silencio. Durante media hora dejé mi mente en blanco y de pronto, una oleada de emociones cubrió mi mente, como sí nada. Experimenté el amor, la alegría, la amistad, la tristeza, el descubrimiento. Un mar de sensaciones recorrían mi mente y cada una de ellas las había apreciado en primera persona. Y entonces, pude escuchar el sonido del silencio.

Era como un tambor suave provocando siempre lo mismo; pum, pum, pum.

Pero si le ponías la melodía de los animales, del agua que cae de una cascada, de los insectos, la suave brisa del viento, en fin, si fusionabas ese tono con el sonido de la naturaleza formabas una orquesta que solo tú podías escuchar. La combinación entre el sonido del silencio y la melodía de la naturaleza.

-¡YA! Lo tengo-todavía seguía con los ojos cerrados porque el sonido no había desaparecido de mi mente.

-Perfecto, ahora lo que tienes que hacer es coger esa melodía y guardarla en tu memoria-escruté que Xania albergaba esperanzas sobre mis posibilidades de ser maga.

-¿Cómo?

-Intenta pensar en lo opuesto a la magia. Harás la prueba de si se ha grabado o no.

-Vale.

Empecé a pensar en la oscuridad. En la destrucción de la naturaleza. En monstruos y criaturas como los Yando, los seres aéreos que atacaban a los pobres ninces. Dejé de pensar en la claridad y la magia. Completamente ya me había olvidado de ella.

-Ya.

-Abre los ojos y no pienses en nada de lo que te he mencionado.
Hice lo que me decía.

-Perfecto-me miró la pupila de mi ojo izquierdo- tienes el iris amarillento. Señal de que serás buena en la magia y de que ya has aprendido lo más difícil pero a la vez, lo más básico.

Reí para mí misma. Por fin algo que se me daba bien. En la esgrima era una negada.

-Ahora tendrás que aprender a poder levantar alguna cosa. Empecemos por algo fácil. Esta pluma misma.

Asió la pluma y la puso en mi pupitre. Yo cerré los ojos y simplemente me dejé llevar por el suave canto del silencio e instantáneamente una palabra vino a mi mente. Raid.

Entreabrí el ojo derecho para ver si la pluma se ponía en movimiento, y en efecto, vibraba un poco.

Cerré otra vez los ojos y en mis labios Xania pudo detectar una sonrisa.
Me adentré más en el cante e intensifiqué mi fuerza. Saboreé una oleada de frescor mentolado cubriendo todo mi cuerpo y cuando abrí los ojos, no era la pluma la única que se elevaba, sino que yo también estaba levitando. Inquirí a mi maestra y en vez de interceptar un rostro de complicidad, pude contemplar qué en sus faces estaban llenas de espasmo.

-¡PARA YA!-gritó furiosa.

Y ese grito fue lo suficiente para que perdiera el control y cayéramos yo y la pluma al suelo.

Me levanté nada más sentir el frío suelo. Me coloqué bien el vestido y mis labios obtenían un ademán de adrenalina.

-¡WOW! ¡HA SIDO UNA EXPERIENCIA FANTÁSTICA!-pero al ver la cara de Xania la sonrisa se borró.- ¿qué? ¿He hecho algo malo?

-No es que hayas hecho nada malo, sino que tu poder es increíble. Tienes que moderar esa energía. No querrás causar problemas.

-Vale-agaché la cabeza indignadamente.

-De mientras, te quedarás limpiando.

-No creo. ¿Vas a dejar que renuncie a aprender porque tengo potencial? No. Voy a ser maga. Cueste lo que cueste. ¿Vale?-automáticamente mi mano se convirtió en un puño y en mi corazón había una pizca de cólera al ver los ojos acusadores de Xania.

Refunfuñó pero sabía que si no me dejaba hacer lo que yo quería, no haría absolutamente nada.

-Seguirás, pero no te vayas por donde no te conviene y tampoco hagas ninguna locura. En cuanto a limpiar. Lo harás para poder tener un auto-control. ¿Entendido?- persistió la maga.

-¿Podemos continuar?

-No, ya has aprendido lo suficiente por hoy.

Xania salió del cuarto de magia apresurada y enfurecida. En el poco tiempo que la había conocido nunca se había puesto así conmigo. Salí lentamente de la sala y gracias a mi base de datos pude encontrar mi habitación.

Avancé a mi cuarto y al caer en mi cama. Derramé gotas de agua salada en mi almohada y me pregunté por qué Xania se había portado así conmigo si yo no había hecho nada. ¿Había hecho algo malo? ¿O me tenía envidia?

Estaba cansada y quería leer un poco, cogí un libro que ya me lo había leído unas cuantas de veces, Los Pilares de La Tierra, un gran libro. Posteriormente me pegunté lo de La Hora y la piedra Mislak. Quería preguntárselo a Xania, pero prefería preguntárselo más tarde por dos motivos: uno: estaba enfadada; dos: no quería
meterme en más follones, preferiría saberlo a su debido tiempo.

Alguien tocó la puerta. Era Xania, otra vez.

-¿Se puede?- preguntó con voz queda.

-Adelante- espeté.

Xania entró en mi cuarto y se dirigió hacia mí. Yo estaba tumbada en mi cama con el libro entre las manos, leyendo sin comprender. Noté que su mano se posaba en la mía y la aparté bruscamente.

-Lo siento.

-Vete.- Zanjé.

-Rebeca, lo siento por lo de antes. Me había enfadado por una tontería, y sé que no tienes la culpa de nada. Es todo mía, lo siento.

-No te disculpes, mañana me iré de aquí, volveré a mi antiguo lugar.

-¡No! Eres bienvenida aquí. Todos te quieren para los dos días que llevas aquí. Atrapas con tu sonrisa y mirada. A pesar de ser una…

-Una Wanster, ¿no? Creía que me trataríais bien, como a vosotros. Ya veo por qué te enfadaste. No sabías que poseía ese poder, no porque me miráis con aire superior.

-No, no, no, no. No mi amor. Todo menos eso- decía dulce pero tristemente.- Sólo te quería ayudar y me frustré porque creía que no te iba a ayudar. Pero era tan mayor mi furia que lo tuve que descargar contigo. Lo siento.

Comprendí lo que me decía. A mi padre le pasaba lo mismo conmigo, sólo que él decía que era culpa mía.

-Mi padre hacía lo mismo conmigo. Sólo que decía que era culpa mía. Te comprendo.-

Dije suspirando.

-Dios mío, Rebeca si es que eres demasiado buena para nosotros.- Me incorporó y abrazó.

-Gracias.

-Bueno, me tengo que ir. Ya es de noche y tienes que descansar, mañana iremos al Lago de la Vida. Tenemos que reponer fuerzas.

Asentí.

Xania me dio un beso y se despidió. Al levantarse y dirigirse a la puerta, antes de abrirla, me susurró:

-Buenas noches mi vida.

-Buenas noches.- Y nada más se fue añadí.- Mamá.

Nunca había tenido una madre y ella era lo más parecido a eso. No nos conocíamos bien pero me daba igual; nunca sabría qué era tener una madre y ahora lo estaba experimentando.
El sueño se apoderaba de mis párpados.

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