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sábado, 23 de enero de 2010

Capítulo I I I

CAPÍTULO 3
“William empezó a conocer más a esa chica y su poblado.
Se integró perfectamente y empezó a hablar su idioma. La chica aún no estaba enamorada de él, pues lo único que quería era su sabiduría. Pero William empezó a luchar por conseguir su amor, y seguiría luchando por él aunque fracasara siempre.”
Me desperté en mi cuarto, estaba en mi cama y Xania se encontraba tocando mi frente suavemente.
Me incorporé.
-Xania, ¿cómo has hecho que nos trasladáramos aquí tan rápidamente?
-No lo he hecho. Tú lo has hecho.- Dijo sonriendo tiernamente.
-¿Cómo?
- Pues has sacado de tu interior toda la energía acumulada. Parece que tu don va más allá. Un Wanster carece de magia, lo sabemos porque una vez acogimos a uno y lo estudiamos. Pero tú, tú eres diferente, eres especial.
-Soy rara- farfullé.
-No, cariño, todo lo contrario. Eres magnífica. Posees cosas que otros no tienen.
-Gracias.
Un silencio colectivo inundó la habitación y de repente soltó Xania:
-Es mejor que me valla a la habitación, es de noche y tienes que descansar. Hoy te han pasado bastantes cosas.
-Sí.-Finalicé.
Empecé a pensar pero al cabo de un tiempo, me quedé dormida.
Me desperté.
Me levanté y mis pies tocaron el frío suelo de mármol.

Vi mi cuerpo reflejado en el espejo y mi ropa no tenía ni punto de comparación con la de Xania. El día anterior vestía con un top blanco dejándole el ombligo al descubierto, acompañado de una larga falda también blanca; Yo tenía un mono azul eléctrico, era lo que todo el mundo que habitaba en mi ciudad se ponía aunque tuviera otra vestimenta. Me recogí mi enmarañado pelo rubio en un sencillo moño y dejé que tres mechones cayeran sobre mi rostro.

Después de un largo tiempo recorriendo el gran pasillo donde se encontraba mi habitación, la de Xania. Y todo porque en su puerta ponía su nombre.
Llamé a la puerta.

-Pasa Rebeca-me pidió la voz somnolienta de mi compañera.
Abrí la puerta de par en par y entré en el pequeño recinto. Su cuarto era igual que el mío sólo que no tenía cama, sino que tenía una cuerda de oro colgada, como una soga. Encontré a Xania colgada boca bajo, observándome jubilosa.

-¿Cómo sabías que era yo? ¿Y cómo sabías mi nombre? Todavía no te lo había dicho.

-Intuición ninzanea para la primera respuesta. Para la segunda, digamos que se lo escuché gritar a tu padre, cariño.
Distinguí que sus pertenencias se dedicaban exclusivamente a las flores. Un mar de flores cubría lo que era uno de sus grandes espejos. De pronto, un retortijón se asomó a mi estómago.

-¿Dónde comeremos? -pregunté pasándome una mano por la barriga.

-¿Comer? ¿Qué es eso?- ladeó la cabeza con intención de parecer desconcertada.

-¿No os alimentáis?-ella asintió-entonces ¿qué hacéis para obtener nutrientes?

-Vamos a un sitio que contiene una gran laguna. El agua del lago nos da todo el sustento que necesitamos.

-¿Cuándo vamos a ir?
Con un suspiro forzado, Xania quitó suave pero raudamente el pié de la soga y con una voltereta posó sus pies gradualmente en el suelo.

- Lo primero, toma.- Se dirigió a un gran armario y cuando lo abrió, distinguí vagamente un montón de prendas claras. Cogió una que parecía ser de mi talla y me la tiró. La cogí torpemente.- Póntelo ahora. Y lo segundo, descálzate, tus pies son el sitio de tu cuerpo que más contacto está con la naturaleza, no puedes ponerte zapatos, así aparte de romper las flores lo que haces es incomunicarte con la naturaleza. Quítatelos.

Cerré la puerta y me desvestí. Contemplando la imagen luminosa de Xania con ese traje y la mía con un vestido blanco, mi cuerpo era una insignificancia comparado con la de ella. Me descalcé y ella pasó al lado de mí. La tenía que mirar inclinando la cabeza hacia arriba. Era muy alta, como todos los ninces que había visto.
Atravesamos la residencia, impregnada de lujosas paredes doradas y suelos de mármol; y pasamos la cascada.

Nos introducimos en un salvaje bosque. Cuando lo vi por primera vez, creí que me había enamorado; las lianas mohosas unían los inmensos árboles, que contenían troncos verdaderamente gruesos y verdosos; debido al viento, las flores danzaban entre la brisa, produciendo un hedor agradable.

Veía a Xania recorrer los helechos y saltar de rama en rama con mucha facilidad y con gracilidad en cada movimiento. Yo la observaba desde abajo, cogí el camino largo, andar. Pero todavía no estaba cualificada para saltar. Una caída y sería chica muerta.

El bosque me recordó a una película terráquea que había visto hace poco. Pero ya no me acordaba del nombre. Cuando prácticamente lo atravesamos entero, pude distinguir que detrás de una capa de pinos había un claro que contenía una gran laguna. Al llegar a ese pequeño campo noté que había un bullicio de Ninces que nadaban por la laguna. Era un privilegio contemplar ese espectáculo, era un agua cristalina y la cubrían destellos verdes, dorados, plateados, amarillos...En fin, toda clase de colores y luces. Podía distinguir a los niños de los mayores. Ellos competían en carreras de crol y jugaban mientras los mayores conversaban en una esquina y bebían esa agua mágica.

-Una pregunta, vosotros podéis estar por la tierra, ¿por qué tanto agua? No sois como los peces, ellos necesitan el agua para sobrevivir, vosotros no. Podéis moveros en tierra siempre que queráis, ¿por qué os interesa tanto el agua?

-Es porque nuestros antepasados eran seres acuáticos, pero fuimos evolucionando y nos adaptamos a la tierra. Todavía necesitamos sentir el agua en nuestra piel y si te das cuenta, nada más podemos estar sin contacto con el agua tres días. Como tú con la alimentación.

-Entonces, ¿cómo me alimentaré? Esta agua no me va a dar el sustento que necesito.-la miraba con tristeza, a lo mejor tendría que volver a la prisión.

-Sí, querida mía. Esto es magia, nosotros somos seres mágicos y habitamos en un lugar magnífico, esta agua da toda la alimentación que necesites para...semanas, e incluso meses.

-Entiendo. Entonces yo puedo beber de ésta sin necesidad de comer algo. Cada vez me gusta más vuestra forma de vivir.
Sonrió.

-Bueno, pues al agua.
Mientras Xania se introducía en el agua con un limpio tiro de cabeza.

- ¡Vamos!- me gritó grácilmente.

Me introduje lenta y cuidadosamente en el agua y nadé un poco para entrar en calor.

Cuando me sumergí pude ver muchas luminosidades en el interior del lago.

Era hermoso contemplarlo, un grupo de destellos azules danzaban grácilmente. Daban giros y volteretas constantemente, y al ver que una luz amarillenta se dirigía hacia mí, contemplé que era una nince que sonreía mientras buceaba. Los ojos de ésta eran azules marinos, preciosos.


Recordé que era como la vez que apunto me estaba ahogando, pero ésta vez eran más vivas puesto que antes tenía una ciega visión.

La respiración me fallaba y salí hacia el exterior.

Un suspiro ahogado surgió de mi garganta y todo el mundo me vio.

Niños llamaban a sus padres para que emergieran. Me miraron todos con expresiones extrañas y yo les observé con turbación.
Pero ya estaba Xania para salvarme de ese bullicio de miradas.

-Es Rebeca. Una Wansed con misteriosos poderes. Ha venido aquí para contarnos la vida en Wanster y también colaborará cuando llegue La Hora y podamos buscar La Piedra Mislak.

-¿Ayudaré a qué? ¿A encontrar a la piedra qué?- dije en voz queda.

-Ya te lo explicaré en otro momento, ahora déjame arreglar esto.- Dijo Xania con una voz que parecía inaudible. Y reanudó.- Bueno. Pues aunque los dioses, es decir, La Santa Turnia, no lo sepan y lo imponga ante la ley, ella puede sernos útil.

- ¿Y si lo descubren?- preguntó una voz de entre el bullicio de ninces que se encontraban allí.

- Pues le contaremos que ella es especial. Que posee nuestros caracteres.

-¡PERO SI NO TIENE DESTELLOS!- intervino una nince gritando.

-Haber, no tiene destellos. Y tampoco es tan alta como nosotros. Pero posee sentimientos, y también es de carácter. A parte, tiene un don del que todo el mundo carece y es el de la magia creativa. La necesitamos para combatir en la gran Batalla contra los Yandos, y eso, queridos amigos, pasará dentro de un año. Tiempo suficiente para que ella aprenda y sea una gran guerrera maga.

De pronto, el alboroto que se formó mientras discutían cambió a un silencio incrédulo.

-Bueno, viendo vuestras caras, prefiero dejaros este asunto en manos de Rebeca, la humana como ella dice.- Rebeca se bajó de la roca donde antes estaba expuesta y me incitó a que subiera.
Yo tímidamente lo hice.

-Rebeca, cuéntale alguna historia para que se calmen, no están muy de acuerdo con esto.- Me susurró al oído en el intercambio de sitio.

Asentí y como por arte de magia empecé a contarles una historia. Era extraño porque hablaba para unos desconocidos, pero los destellos impedían que les pudiera ver sus cuerpos.

Empezaba así:



<Hace doscientos años, hablamos del siglo XXII, vino al planeta Wansed una nave espacial. Nosotros, nos quedamos asombrados ante ese trasto. Los Wanster utilizábamos una tecnología muy avanzada, pero nunca habíamos tenido curiosidad por viajar a través del espacio para descubrir nuevos mundos. Bueno, pues de esa nave espacial un niño asomó la cabeza. Al bajar de la nave, nos contó que era un salvador para este planeta. Que habían descubierto nuestra existencia y que querían ayudarnos, pues todavía no habíamos desarrollado el arte de la música, la pintura, la expresión por escrito. Nosotros nos quedamos asombrados, ¿cómo ese niño de unos catorce años nos iba a explicar con ese trasto, que éramos unos incultos? Y pronto, con una muestra, nos hizo ver que tenía razón.



Nos enseñó a cocinar cosas comestibles cómo la patata frita, la hamburguesa, la pizza, los espaguetis y una infinidad de cosas más. Como nosotros carecíamos de los productos con los que se hacían esos comestibles, decidimos viajar hasta La Tierra para luego comprar sus productos. También nos enseñaron el arte como escribir poemas o novelas literarias, amar mediante la pintura, o expresar los sentimientos con una melodía que nunca acaba, sino que sigue en nuestros corazones.

Los primeros viajes hicieron que nuestros hogares fuesen confortables y cómodos. Los segundos hicieron que desarrollásemos nuevos comestibles. Y los viajes más recientes hicieron que su cultura se traspasara a la nuestra. Unos pocos de los Wanster pueden amar, llorar, resumiendo, podían tener sentimientos. Los libros de los humanos trasmitían cólera, amor, pasión, envidia, alegría, tristeza, engaño, traición. Pero, hizo que por lo menos yo sintiera, que pudiera hacer otra cosa aparte de poder hacer experimentos. Claro, que algo bueno siempre tiene su contra, como por ejemplo, el alcohol. Nos afecta tanto como a ellos, e incluso más. Mi padre es un perfecto ejemplo. Bebe, y bebe, y bebe, y bebe. Y pega, pega, pega e insulta, insulta, insulta. Pero bueno, algo sí que es seguro. Los humanos nos han cambiado la vida, por lo menos a mí.


Mediante otro cuento les dije que nuestro planeta tenía coches voladores. Me pidieron que recitara alguna novela terráquea. Yo le recité una parte de un libro que trataba de la lucha de un hombre llamado Don Quijote contra unos molinos de viento. El creía que eran gigantes y empezó a luchar contra esos inmensos objetos
inertes.



-Bueno, y esto es lo único que he aprendido de los años que llevo en el planeta Wansed y lo que sé sobre los humanos. Espero haber complacido a todos los aquí presentes y por favor, aceptad a esta humilde humana como una de los vuestros.
Todos me aplaudieron y a voces gritaron mi nombre. Ya no había asombro ni miedo en sus caras. Les había embelesado con mis palabras.

-Una pregunta, pequeña- interrumpía un anciano mientras se acercaba hasta mí.- ¿Cómo es que te llamaron Rebeca? ¿Tu padre no era un ser malévolo?

-Sí, lo es. Pero me pusieron el nombre por mi madre. Ella se llamaba Melissa, un nombre humano. Mi padre la escogió entre todas las mujeres porque obtendría buena descendencia. Pero los sentimientos de ella eran muy desarrollados, todavía no sé el porqué de eso. Mis primos dicen que es porque mi abuela provenía de La Tierra; mis tíos decían que era una loca que pensaba igual que yo, y mi padre simplemente no atendía a mis interrogantes. Pero si ella viviera, yo no tendría esta ideología sobre mi planeta. Ella decidió llamarme así.

El anciano pareció meditar y luego habló:

-Sabia respuesta niña. Para tu temprana edad eres muy inteligente, y posees un don para cautivar con tus palabras increíble. ¡Cuán más pienso en tus sabios léxicos, más ganas me entran de conocer lo que nos rodea!

Xania me susurró que era Multad, el sabio de los sabios. Era un nince que había vivido mil años y sus ojos mostraban madurez e inteligencia.
Mis mejillas adquirieron un tono colorado, pues era la primera vez que me decían eso.
En ese día empecé a aprender más de ellos. Utilizaban la moneda, sus sistemas curativos eran medicinas que las habían sacado de árboles o plantas. Aprendí a lavar, gracias a una nince llamada Suswat, sus ropas. En ese día jugué a un partido de Tras-trall. Un juego que los ninces utilizaban para integrarme. El juego era de sabiduría y conocí a Sariña, una nince que partiría pronto a hacer una expedición para buscar a algunos Yandos extraviados e sacarles información. También conocí a

Yorti, un nince frío pero cautivador. Gustaba, pero no gustaba.
En ese día jugué gratamente con niños nince y me lo pasé genial. Me habían aceptado y sólo por una historia.

Llevaba tres días en la Isla de Nince y Xania se convirtió en mi mejor amiga aparte de que nunca me dejaba ir sola a ningún lado. Entre las dos creamos un vínculo. En esos pocos días actuaba como si fuera una madre para mí.

Ahora no era una Wanster. Yo era una nince.

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