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jueves, 28 de enero de 2010

Capítulo 7.

Pasé por la sala de armas, donde él siempre se encontraba contemplando las espadas doradas que se disponían en orificios que no estaban a la vista; no estaba.
Corrí hacia su despacho donde él siempre trataba los asuntos de esgrima, movía papeles o planeaba expediciones para encontrar a algún yando: tampoco.
Fui al gran salón; ni rastro. El único establecimiento donde lo podría encontrar sería en la biblioteca, pero él no leía. Suspiré y transité a la gran biblioteca que estaba unas dos plantas más arriba. Subí por las escaleras -pues el ascensor mágico estaba ocupado-, llegué a un gran pasillo y giré hacia la derecha donde al final de la pasarela se encontraba la inmensa puerta que daba a la biblioteca.
Antes de llamar a la puerta, reparé que unos cuchicheos sonaban dentro del habitáculo. La entreabrí y asomé la cabeza por ésta.
Pude ver que quienes cuchicheaban eran Zaldan y Xania, pero a pesar de que los sonidos eran audibles, no entendía su idioma.
Seguía mirando sus gestos. Xania parecía enojada y advertí que Zaldan estaba intentando darle alguna explicación. Los dos se movían por toda la biblioteca y los susurros amenazantes de Xania hacían que Zaldan se fatigara cada vez más.
Cerré la puerta sigilosamente y de puntillas bajé las escaleras.
Mientras andaba por los pasillos me encontré a una nince que conocí en la escuela de éstos. Se llamaba Sariña. Ésta tenía una tez oscura y unos ojos que parecían verlo todo, como los de un gato.
-¡Sariña! ¡Qué alegría verte! No te he encontrado en una semana, ¿Dónde estabas?-pregunté cuando todavía estábamos cada una en un extremo del pasillo, aún entusiasmada.
-¡Rebeca! Oh mi amiga Rebeca.- Corrió veloz hacía mí y me abrazó.-Que alegría de verte. –Sariña, una nince a la que había conocido nada más que un día pero que poseía ese don de amar tan rápidamente.
-Yo también me alegro de verte- me aparté un poco- ¿dónde has estado?
-He estado haciendo unas expediciones, órdenes de la guardia real, ya sabes.
Ese día era de descanso y no tenía por qué limpiar.
-¿Quieres hacer algo?- dije improvisando algo.
- ¡Perfecto! Te podría enseñar cómo se toca la música nince, ¿Te apetece?- y esbozó una sonrisa al concluir la frase.
-¿Hacéis música?-asintió- Valla…creía que nada más que lo podían hacer los humanos. ¿Lo descubristeis solos?
-Siempre hemos vivido con música.- dialogó.- Nosotros desde el comienzo de nuestra existencia, sabíamos que la música existía. Sólo que ha ido evolucionando.
-Tienes razón-dije. Sariña y yo nos quedamos en silencio y luego añadió- ¿vamos?
Asintió.
Me llevó a una sala de la gran residencia. Al principio no comprendía porqué nos situábamos delante de una pared marmolea; pero luego entendí el porqué. No se podía ver el portal porque para percibirlo, al menos, necesitabas invocar a algún espíritu de la melodía.
Sariña alzó las manos y comenzó a recitar algo en su idioma, que entendía más o menos:
“Rotulum yutra duks dmelos öpsâ l´a Qu´i Ma”
“Ser especial, ven a nuestros oídos y abre la luz”
De repente, entre la pared salía profiriendo estrépito, un portal inmenso. Me asombré al ver esa gran puerta. Constaba de detalles gravados en los extremos de la puerta; el picaporte era una cabeza de león dorada y en relieve se encontraban pequeñas figuras de ninces danzando, cantando o tocando un instrumento conocido. Distinguí que todo era de madera menos unas líneas doradas que surcaban el contorno de la puerta. Sariña me miró sonriendo, pues la cara de asombro que se quedó grabada en mi semblante debería dar gracia a todo el que lo viera.
-Es maravilloso- dije, admirada.
-Lo es. Mi tatarabuelo fue quien lo fabricó. Era un gran arquitecto.-Suspiró.
-¿Lo conociste?- dejé de mirar al portal para observar a Sariña. Ésta negó con la cabeza.
-Vaya, lo siento. Yo tampoco conocí a mi madre.- capté en mi voz un poco de dolor.
-Bueno, de todas maneras. Él murió por una buena causa. Y eso me hace sentir orgullosa de mi familia.- Después de un silencio absoluto murmuró- ¿entramos, pues?
-Tú primera, por favor.-Dije con tono jubiloso para intentar cambiar la atmósfera melancólica que acababa de producirse.
Aferró el pomo y lo abrió sin dificultad. Ésta entró en el establecimiento de música y yo cerré la puerta al quedar completamente dentro. Sariña dio un chasquido y de pronto, luces azules se encendieron sin necesidad de energía, sino utilizando la magia.
-Esto es hermoso, ¿también lo construyó tu abuelo?-le pregunté y ella asintió.-Valla.
Un lugar espléndido. Las paredes de ladrillo y oscuras hacían que el atril pareciera más iluminado, aunque de por sí, las luces azules que se enfocaban en él provocaban una luminosidad distinta, anormal.
- Esto se construyó cuando empezamos a distribuirnos en grupos sociales. La reina Quinda, la madre de nuestra actual soberana, ordenó a mi abuelo que lo construyera.
Sariña se encaminó hacia el atril, tocando suavemente todos los instrumentos que se encontraba por su alrededor. Susurraba para sí unas palabras y al dirigirse al mueble, pasó las hojas del libro que se encontraba en éste, como si estuviera acariciando a un animal herido.
-¿Qué significa para vosotros la música?- pregunté.
Capté una mirada apasionada que se dirigía al libro.
-Te lo enseñaré. Sólo tienes que escuchar atentamente la armonía y lo comprenderás todo.
De pronto con un poco de magia hizo que un instrumento parecido a un arpa, pero más pequeño y con ondas en sus cuerdas, se acercara a ella sin necesidad de moverse. El instrumento quedó atrapado en sus oscuras manos y ella comenzó a tocar una melodía inusual acompañada de un canto de sirena que provenía de sus gruesos labios. Mientras tocaba, me senté en el frío suelo observándola detenidamente.
Al principio noté que era como una historia:
La muchacha suspirando triste y sola, esperaba impacientemente a su amado, al que el agua lo dejó cautivo entre sus olas. Todas las noches la chiquilla suspiraba, todos los días la niña lloraba, ¿por qué sollozaba la niña? Porque su fiel amante no venía. Un día, después de su cántico gemido decidió saborear la sal del agua, la libertad del mar. Quiso saborear a su amor convertido en líquido.
Con un vestido de seda cayó entre las aguas y su cuerpo inerte danzó entre el océano, buscándole a él. Los cuerpos no se encontraron, pero sus auras sí, incitándoles a los dos que el amor es imprevisible, que el amor se encuentra, que el amor es finalmente, que es algo asombroso y hermoso.

Sariña terminó de cantar y tocar, y al verme, esbozó una suave sonrisa.
-Veo que te ha gustado.- Repuso la guerrera todavía sonriendo.
-Me he enamorado de tu música.- dije bromeando.-Pero creo que sé lo que ha querido decir.-Rápidamente, resumí lo que había entendido.-Vosotros sois la muchacha que busca a su amor. La música es el chico que se ha perdido entre las olas. Los dos os habéis fusionado al encontraros mutuamente y habéis creado la música.
-Eres realmente inteligente. Hay incluso algunos nince que no entienden la música, pero tú lo has comprendido y además la has presenciado en primera persona.
Me ruboricé.
Las dos salimos de la habitación y con la misma frase que antes había pronunciado Sariña para abrirla, lo hizo para cerrarla. Yo cada vez estaba más fascinada.
-Bueno, tengo que ir al mercado. Mañana es Insad el día de la moneda. Tengo que preparar las cosas para venderlas. Adiós.
-¡Adiós! Mañana iré a visitarte, me acompañará Xania seguramente.
Sariña se dirigió hacia la escalera de caracol, pero antes de tocar las escaleras me dijo algo.
-Se me olvidaba, la reina me dijo que hay una asamblea en el palacio por tu causa. Empezará ya, lo más seguro. Creo que será por si te van a preparar para ser guerrera o no.- Y al terminar de informarme, se alejó de mi vista.
Al interceptar la frase y recapacitarla me di cuenta de que palacio estaba en otra cascada, aunque no muy lejos de la residencia. Me encaminé hacia allí.
Al salir de la residencia para adentrarme en un camino que desembocaba en la cascada real, recorrió una bruma halagadora, sentí y olí el frescor de la brisa y de las flores. De nuevo me quedé embobada viendo a un árbol de color, pero un crujido resonó en mi mente y me acordé de que tenía que irme. Al pasar la cascada de palacio, entrar en éste y cubriéndome toda de lluvia, vi a una multitud de guerreros ninces sentados y mirándome. Todos llevaban capas de colores, intentando ocultar sus destellos, pero que por los orificios de la tela traspasaba. En mi interior presencié un presagio. Algo no iría bien.
Un chiquillo nince me tocó el hombro y me dio otra capa, ésta era de color blanco.
-Ya era hora-habló la reina. Tan encantadora como siempre.
-No reparé en que había una asamblea- hablé con disculpa- lo siento majestad- e hice una reverencia.
-No pasa nada. Todavía quedan ahí afuera Xania y Zaldan. Habrá que ver que estarán haciendo.- Hizo un ademán para que pasara y yo desfilé con una mueca de asco. No me gustaba mucho esa nince.
-Bueno, empecemos ya que nuestros queridísimos amigos no se decantan por venir.- Y la reina se levantó y dio dos palmadas.
Se escuchó el murmullo de los presentes en el habitáculo.
-Callad.-Ordenó ésta. Y cuando todos enmudecieron la reina habló.-Hoy estamos aquí reunidos por la criatura Wanster que tenemos aquí con nosotros.-Todos me miraron.- Y me pregunto yo, ¿qué aremos con la niña? He visto que posee un don del que nosotros carecemos. He averiguado que su vida fue una vida dolorosa. Esta niña representa a los Wansters. Pero la ley nos impide tener a una Wanster aquí. Y los Yandos verían que hemos incumplido nuestro pacto por tener aliados, ¿qué opináis amigos? ¿No la quedamos o la dejamos donde antes?
-Un momento-interrumpí.- ¿Me habéis convocado para hablar sobre mi futuro?-asintió.- ¿No era para hacerme oficialmente aspirante a guerrera?-me sentí desilusionada.
-Crédula. ¿Crees que con las dos semanas que llevas aquí vamos a elegirte para algo tan importante? Pobre niña. Siéntate y no intervengas más.-Me senté, dolida y traicionada. No iba a decir nada más, ya intervendría en otra ocasión.
Un nince encapuchado se levantó y se quitó una capa que cubría su cabeza. Pude distinguir que era Multad.
-Yo opino, mi majestad. Que la humana como ella dice que es, tiene que tomar su propia decisión. La ley es algo valioso, sí. Pero el corazón lo es aún más.-Y al concluir, tapó sus facciones con la capucha y se volvió a su sitio, como si nunca hubiera intervenido.
-Sabias palabras, Multad. Pero, no es lo que ando buscando.
Una figura alta y esbelta se incorporó dejando ver una larga melena. Supe que se trataba de una de las guerreras magas de la corte. Mi corazón empezó a latir a mil por hora, dejándome sin respiración.
-Mi maravillosa reina. Yo opino que es mejor que yo sea la que encuentre ese don, que como usted dice, ella tiene. Es mejor que sea vista por un profesional como yo, por ejemplo. Y si tiene potencial se entrenará con nosotros, los guerreros. Tendrá que tener una gran pasión por la magia y la lucha y se tiene que esforzar mucho.
-¿Y si no?-inquirió la soberana.
-Pues si no tiene el potencial, la dejaremos en el hogar donde antes vivía. No vamos a correr riesgos.
No podía creer lo que escuchaba. Después de cómo había tratado a mi padre no podía volver allí. Necesitaba a mi lado a Xania y a Zaldan, pero no se encontraban ahí para ayudarme.
-¡NO! ¡Por favor, a ese lugar no! ¡Me integraré, lo prometo! Pero por favor, llevadme a todos los sitios menos a ése. Os lo suplico.-Creí que me iba a desmayar, pero no lo hice. “¿Dónde estáis? “Me preguntaba mientras me levantaba.
Otro nince habló. Éste era Yorti, un joven guerrero que también había conocido en la escuela de una semana.
-Majestad Yirumi, puesto que la wanster-corrigió- bueno. Puesto que la humana no quiere irse de este sitio, cosa que veo normal.-añadió para sí.- Creo que lo más conveniente es dejarla con nosotros, pero con una única condición; que no haga nada hasta que se lo digamos nosotros.
La reina se mostró pensativa.
-¿Y eso de qué nos serviría?
-Serviría porque así ella puede internarse en La Tierra sin parecer un ser extraño en esa sociedad y así traernos la Piedra Mislak.- Yorti siempre pensaba en ganar y ganar. Le daba igual poner alguna vida en juego, él tendría que ganar sea como sea. Algo que encontré el día que nos conocimos y todavía lo percibía en él.
La mujer recapacitó y al instante una sonrisa tornó por sus facciones.
-Espléndido. Será nuestra arma. Con ella llegaremos antes que los yandos. Gracias por tu sabia respuesta Yorti. Has hecho que esté esperando impacientemente a La Hora.
Un nuevo murmullo invadió la sala y momentáneamente las puertas chirriaron y tras ellas estaban Zaldan y Xania.
-Hemos llegado, ¿nos hemos perdido algo?-hablaba Zaldan, sugestivo.
-Pues la verdad es que os lo habéis perdido todo, amigos míos. Vuestra alumna se quedará aquí. Nos servirá para la llegada de La Hora.- Contestó la suma monarca y luego rió.
-¿Qué ha pasado?- ahora era Xania la que hablaba. Se captaba un tono preocupado en su voz.
-Veo que le tienes aprecio a la joven, Xania. –Habló Yirumi y prosiguió instantáneamente al ver la cara de estupefacción que adquiría la curandera.-Pues, querida Xania, te comento lo sucedido: Frantil, mi ojito derecho, algo que todos debéis de saber ya; ha decidido ser ella quién le dé clases de magia a la humana, y así poder percatarse de verdad si la niña tiene un don o no. Si lo es, se quedará en la Guarida Secreta, y si no, se quedará con nosotros hasta el día de su muerte. Cuando llegue La Hora, irá a La Tierra para capturar la Piedra Mislak y así tendremos ventaja a los yandos. Con una humana de nuestro lado conseguiremos la Piedra antes que ellos, y así podremos destruirlos.- Hizo una mueca, orgullosa.
De pronto, pensé en el yando que había encontrado en el bosque. Grande pero frágil, con una mirada profunda y cercana. Y luego, la imagen de la criatura se fugó de mi mente para dar paso al cuerpo desnudo del chiquillo en el que segundos antes era una especie de pájaro. Sola y débil era su imagen. No podía dejar que hicieran eso. Pero recordé lo que los ninces me habían contado sobre ellos; hermosos pero malvados.
No sabía de lo que estaba pensando. “¡Ninces igual a buenos; yandos igual a malos! Tampoco es tan difícil” pensaba mientras veía a Zaldan con cólera.
Éste también me ojeó por el rabillo del ojo y parecía estar tenso. Lo que antes era una expectante figura ahora se convirtió en una rígida compostura.
-¡QUÉ! ¡ES UNA NIÑA!- chilló furiosa Xania que estaba dando un paso hacia delante desafiando a la reina.- ¡NO PUEDES LLEVARLA A LA TIERRA PARA COGER LA PIEDRA!
Dos guardas se encontraban separados, cada uno se encontraba en los dos extremos del gran portal que conducía a los aposentos de la reina. Éstos avanzaron hacia Xania, pero la suma monarca se dio cuenta e hizo un ademán para que no prosiguieran. La reina la miró con sorna.
-¿Qué quieres? ¿Qué su padre le pegué? ¿Qué deseas? ¿Que nos arriesguemos sin ningún motivo ante la ley? Seré la reina, Xania, pero no soy la Santa Turnia. No puedo cambiar la ley y dejar entrar a este mundo una humana. No al menos de que me sirva de algo- Habló con voz neutra.
-Pe...pero… ¿ lo vas a hacer verdad? Al final la tendremos como rehén a cambio de algo, ¿no es cierto?-escupió y luego añadió enfurecida.- ¡NO TIENES CORAZÓN, PIENSAS EN TI CONSTANTEMENTE!- Xania se agachó y de su liga obtuvo una daga fina y de plata, con signos dorados que surcaban la afilada cuchilla. Ésta se dirigió rauda hacia el trono, donde se hallaba la reina. Alzó la cuchilla, pero antes de asestarle el golpe los guardas corrieron hacia ella para detenerla.
La asieron con fuerza por las muñecas dejando que la nince pataleara constantemente, profiriendo grititos de frustración.
-Lleváosla al calabozo, no la quiero ver.- remató la mujer.
Vi el rostro que había quedado en Zaldan y, después me levanté e intenté seguir a los escoltas. Pero la voz de la reina se dirigía a mí.
- ¿Cómo es que con el poco tiempo que llevas aquí haces que todo el mundo se mueva a tu alrededor?-espetó Yirumi con fuerza.
Hice caso omiso de su comentario, pero para mi sorpresa, al levantarme y dirigirme hacia la cascada, Zaldan agarró mi brazo violentamente.
-¿A dónde crees que vas?- gruñó.
-A ver a Xania, ha hecho esto por mí. No me voy a quedar de brazos cruzados.-Hablé con voz queda y me solté de un zarandeo de él.
-¡Pero Rebeca! No sabes dónde está…- Ya no lo escuchaba, el estrépito que el agua hacía caer al río taponaba mis oídos.
Me dirigí hacia la cascada y desaparecí entre la helada agua.
Al llegar al bosque, mi cabeza dio medio giro para ver si encontraba a los guardias, pero nada. Ni rastro.
Corrí por el espeso bosque intentando buscar la Guarida Secreta, pero por mucho que anduviera, no la encontraba.
Recapacité: El bosque era demasiado grande y la guarida, secreta.
Y recordando una historia humana, dejaba un caminito de piedras – que las cogía mientras andaba buscándolos- . Pero, pese a todos mis esfuerzos por andar entre las ramas caídas y mohosas, haciendo equilibrio en un tronco que hacía de puente porque había un río, alimentándome del agua del arroyo puesto que el zurrón no me lo había traído, dejando que el sudor perlara mi rostro por culpa del sol; pese a eso, mi esfuerzo era en vano. No los encontraba. Era inútil.
Mientras paseaba por la orilla del río, exhausta, decidí beber un poco otra vez de esa agua.
Me agaché entre la hierba inclinándome sobre las rodillas. Vi mi rostro desfigurado por las ondas que provocaban el aleteo de los peces de colores. Sonreí. Una cosa buena de ese mundo era que su hermosura incitaba dulzura.
Despejé los mechones de pelo de mi cara y los recogí en un gran mechón con la mano derecha. Escuchaba el ronroneo del agua cuando se introducía en mis labios dejando pasar pequeñas pompas. Pero al alzar la cabeza y mirar el cielo lleno de nubes de colores, se me ocurrió que podía utilizar magia.
-Magia-susurré contemplando las nubes fosforescentes.
Cerré los ojos y busqué un camino que me hiciera entrar en contacto con la naturaleza. Y otra vez puse en práctica lo que había aprendido en clases de magia. Nada más que había dado dos clases y ya sabía bastante sobre la materia.
Y capté la melodía. El sonido. La música. Mis oídos interceptaban a la naturaleza y la palabra surcó por mi mente: Draid.
De repente, cogiendo impulso en mi mente, comencé a elevarme. Conforme volaba hacia arriba mis piernas se estiraban dejando que mi figura entera se viera levitando. Todavía seguía con los ojos cerrados, cogiendo más impulso en mi interior. Al llegar a un punto intermedio y notar que la energía se consumía en mi interior decidí que era buena idea abrir los ojos y descargar ya toda la energía acumulada, y eso hice.
Los abrí.
Mi cuerpo salió disparado en dirección al cielo. Alegué un grito de alegría.
La adrenalina se consumía en mi interior y yo podía llegar hasta el fin del universo. Pero antes de poder parar mi vuelo, me descontrolé. Tenía sobrecarga de energía y por eso la magia se disparató dejando que mi cuerpo volara bruscamente.
Mientras me trasladaba rudamente de un lado para otro, mis ojos avistaban colores debido al rápido movimiento que hacía que las nubes se juntaran y formaran un arco iris.
Pero, en medio de tanto aturdimiento, me desmallé, dejando que el viento y la magia hicieran vagar mi cuerpo por la nada y después, depositarlo en algún lugar remoto.

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