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jueves, 28 de enero de 2010

Capítulo 7.

Pasé por la sala de armas, donde él siempre se encontraba contemplando las espadas doradas que se disponían en orificios que no estaban a la vista; no estaba.
Corrí hacia su despacho donde él siempre trataba los asuntos de esgrima, movía papeles o planeaba expediciones para encontrar a algún yando: tampoco.
Fui al gran salón; ni rastro. El único establecimiento donde lo podría encontrar sería en la biblioteca, pero él no leía. Suspiré y transité a la gran biblioteca que estaba unas dos plantas más arriba. Subí por las escaleras -pues el ascensor mágico estaba ocupado-, llegué a un gran pasillo y giré hacia la derecha donde al final de la pasarela se encontraba la inmensa puerta que daba a la biblioteca.
Antes de llamar a la puerta, reparé que unos cuchicheos sonaban dentro del habitáculo. La entreabrí y asomé la cabeza por ésta.
Pude ver que quienes cuchicheaban eran Zaldan y Xania, pero a pesar de que los sonidos eran audibles, no entendía su idioma.
Seguía mirando sus gestos. Xania parecía enojada y advertí que Zaldan estaba intentando darle alguna explicación. Los dos se movían por toda la biblioteca y los susurros amenazantes de Xania hacían que Zaldan se fatigara cada vez más.
Cerré la puerta sigilosamente y de puntillas bajé las escaleras.
Mientras andaba por los pasillos me encontré a una nince que conocí en la escuela de éstos. Se llamaba Sariña. Ésta tenía una tez oscura y unos ojos que parecían verlo todo, como los de un gato.
-¡Sariña! ¡Qué alegría verte! No te he encontrado en una semana, ¿Dónde estabas?-pregunté cuando todavía estábamos cada una en un extremo del pasillo, aún entusiasmada.
-¡Rebeca! Oh mi amiga Rebeca.- Corrió veloz hacía mí y me abrazó.-Que alegría de verte. –Sariña, una nince a la que había conocido nada más que un día pero que poseía ese don de amar tan rápidamente.
-Yo también me alegro de verte- me aparté un poco- ¿dónde has estado?
-He estado haciendo unas expediciones, órdenes de la guardia real, ya sabes.
Ese día era de descanso y no tenía por qué limpiar.
-¿Quieres hacer algo?- dije improvisando algo.
- ¡Perfecto! Te podría enseñar cómo se toca la música nince, ¿Te apetece?- y esbozó una sonrisa al concluir la frase.
-¿Hacéis música?-asintió- Valla…creía que nada más que lo podían hacer los humanos. ¿Lo descubristeis solos?
-Siempre hemos vivido con música.- dialogó.- Nosotros desde el comienzo de nuestra existencia, sabíamos que la música existía. Sólo que ha ido evolucionando.
-Tienes razón-dije. Sariña y yo nos quedamos en silencio y luego añadió- ¿vamos?
Asintió.
Me llevó a una sala de la gran residencia. Al principio no comprendía porqué nos situábamos delante de una pared marmolea; pero luego entendí el porqué. No se podía ver el portal porque para percibirlo, al menos, necesitabas invocar a algún espíritu de la melodía.
Sariña alzó las manos y comenzó a recitar algo en su idioma, que entendía más o menos:
“Rotulum yutra duks dmelos öpsâ l´a Qu´i Ma”
“Ser especial, ven a nuestros oídos y abre la luz”
De repente, entre la pared salía profiriendo estrépito, un portal inmenso. Me asombré al ver esa gran puerta. Constaba de detalles gravados en los extremos de la puerta; el picaporte era una cabeza de león dorada y en relieve se encontraban pequeñas figuras de ninces danzando, cantando o tocando un instrumento conocido. Distinguí que todo era de madera menos unas líneas doradas que surcaban el contorno de la puerta. Sariña me miró sonriendo, pues la cara de asombro que se quedó grabada en mi semblante debería dar gracia a todo el que lo viera.
-Es maravilloso- dije, admirada.
-Lo es. Mi tatarabuelo fue quien lo fabricó. Era un gran arquitecto.-Suspiró.
-¿Lo conociste?- dejé de mirar al portal para observar a Sariña. Ésta negó con la cabeza.
-Vaya, lo siento. Yo tampoco conocí a mi madre.- capté en mi voz un poco de dolor.
-Bueno, de todas maneras. Él murió por una buena causa. Y eso me hace sentir orgullosa de mi familia.- Después de un silencio absoluto murmuró- ¿entramos, pues?
-Tú primera, por favor.-Dije con tono jubiloso para intentar cambiar la atmósfera melancólica que acababa de producirse.
Aferró el pomo y lo abrió sin dificultad. Ésta entró en el establecimiento de música y yo cerré la puerta al quedar completamente dentro. Sariña dio un chasquido y de pronto, luces azules se encendieron sin necesidad de energía, sino utilizando la magia.
-Esto es hermoso, ¿también lo construyó tu abuelo?-le pregunté y ella asintió.-Valla.
Un lugar espléndido. Las paredes de ladrillo y oscuras hacían que el atril pareciera más iluminado, aunque de por sí, las luces azules que se enfocaban en él provocaban una luminosidad distinta, anormal.
- Esto se construyó cuando empezamos a distribuirnos en grupos sociales. La reina Quinda, la madre de nuestra actual soberana, ordenó a mi abuelo que lo construyera.
Sariña se encaminó hacia el atril, tocando suavemente todos los instrumentos que se encontraba por su alrededor. Susurraba para sí unas palabras y al dirigirse al mueble, pasó las hojas del libro que se encontraba en éste, como si estuviera acariciando a un animal herido.
-¿Qué significa para vosotros la música?- pregunté.
Capté una mirada apasionada que se dirigía al libro.
-Te lo enseñaré. Sólo tienes que escuchar atentamente la armonía y lo comprenderás todo.
De pronto con un poco de magia hizo que un instrumento parecido a un arpa, pero más pequeño y con ondas en sus cuerdas, se acercara a ella sin necesidad de moverse. El instrumento quedó atrapado en sus oscuras manos y ella comenzó a tocar una melodía inusual acompañada de un canto de sirena que provenía de sus gruesos labios. Mientras tocaba, me senté en el frío suelo observándola detenidamente.
Al principio noté que era como una historia:
La muchacha suspirando triste y sola, esperaba impacientemente a su amado, al que el agua lo dejó cautivo entre sus olas. Todas las noches la chiquilla suspiraba, todos los días la niña lloraba, ¿por qué sollozaba la niña? Porque su fiel amante no venía. Un día, después de su cántico gemido decidió saborear la sal del agua, la libertad del mar. Quiso saborear a su amor convertido en líquido.
Con un vestido de seda cayó entre las aguas y su cuerpo inerte danzó entre el océano, buscándole a él. Los cuerpos no se encontraron, pero sus auras sí, incitándoles a los dos que el amor es imprevisible, que el amor se encuentra, que el amor es finalmente, que es algo asombroso y hermoso.

Sariña terminó de cantar y tocar, y al verme, esbozó una suave sonrisa.
-Veo que te ha gustado.- Repuso la guerrera todavía sonriendo.
-Me he enamorado de tu música.- dije bromeando.-Pero creo que sé lo que ha querido decir.-Rápidamente, resumí lo que había entendido.-Vosotros sois la muchacha que busca a su amor. La música es el chico que se ha perdido entre las olas. Los dos os habéis fusionado al encontraros mutuamente y habéis creado la música.
-Eres realmente inteligente. Hay incluso algunos nince que no entienden la música, pero tú lo has comprendido y además la has presenciado en primera persona.
Me ruboricé.
Las dos salimos de la habitación y con la misma frase que antes había pronunciado Sariña para abrirla, lo hizo para cerrarla. Yo cada vez estaba más fascinada.
-Bueno, tengo que ir al mercado. Mañana es Insad el día de la moneda. Tengo que preparar las cosas para venderlas. Adiós.
-¡Adiós! Mañana iré a visitarte, me acompañará Xania seguramente.
Sariña se dirigió hacia la escalera de caracol, pero antes de tocar las escaleras me dijo algo.
-Se me olvidaba, la reina me dijo que hay una asamblea en el palacio por tu causa. Empezará ya, lo más seguro. Creo que será por si te van a preparar para ser guerrera o no.- Y al terminar de informarme, se alejó de mi vista.
Al interceptar la frase y recapacitarla me di cuenta de que palacio estaba en otra cascada, aunque no muy lejos de la residencia. Me encaminé hacia allí.
Al salir de la residencia para adentrarme en un camino que desembocaba en la cascada real, recorrió una bruma halagadora, sentí y olí el frescor de la brisa y de las flores. De nuevo me quedé embobada viendo a un árbol de color, pero un crujido resonó en mi mente y me acordé de que tenía que irme. Al pasar la cascada de palacio, entrar en éste y cubriéndome toda de lluvia, vi a una multitud de guerreros ninces sentados y mirándome. Todos llevaban capas de colores, intentando ocultar sus destellos, pero que por los orificios de la tela traspasaba. En mi interior presencié un presagio. Algo no iría bien.
Un chiquillo nince me tocó el hombro y me dio otra capa, ésta era de color blanco.
-Ya era hora-habló la reina. Tan encantadora como siempre.
-No reparé en que había una asamblea- hablé con disculpa- lo siento majestad- e hice una reverencia.
-No pasa nada. Todavía quedan ahí afuera Xania y Zaldan. Habrá que ver que estarán haciendo.- Hizo un ademán para que pasara y yo desfilé con una mueca de asco. No me gustaba mucho esa nince.
-Bueno, empecemos ya que nuestros queridísimos amigos no se decantan por venir.- Y la reina se levantó y dio dos palmadas.
Se escuchó el murmullo de los presentes en el habitáculo.
-Callad.-Ordenó ésta. Y cuando todos enmudecieron la reina habló.-Hoy estamos aquí reunidos por la criatura Wanster que tenemos aquí con nosotros.-Todos me miraron.- Y me pregunto yo, ¿qué aremos con la niña? He visto que posee un don del que nosotros carecemos. He averiguado que su vida fue una vida dolorosa. Esta niña representa a los Wansters. Pero la ley nos impide tener a una Wanster aquí. Y los Yandos verían que hemos incumplido nuestro pacto por tener aliados, ¿qué opináis amigos? ¿No la quedamos o la dejamos donde antes?
-Un momento-interrumpí.- ¿Me habéis convocado para hablar sobre mi futuro?-asintió.- ¿No era para hacerme oficialmente aspirante a guerrera?-me sentí desilusionada.
-Crédula. ¿Crees que con las dos semanas que llevas aquí vamos a elegirte para algo tan importante? Pobre niña. Siéntate y no intervengas más.-Me senté, dolida y traicionada. No iba a decir nada más, ya intervendría en otra ocasión.
Un nince encapuchado se levantó y se quitó una capa que cubría su cabeza. Pude distinguir que era Multad.
-Yo opino, mi majestad. Que la humana como ella dice que es, tiene que tomar su propia decisión. La ley es algo valioso, sí. Pero el corazón lo es aún más.-Y al concluir, tapó sus facciones con la capucha y se volvió a su sitio, como si nunca hubiera intervenido.
-Sabias palabras, Multad. Pero, no es lo que ando buscando.
Una figura alta y esbelta se incorporó dejando ver una larga melena. Supe que se trataba de una de las guerreras magas de la corte. Mi corazón empezó a latir a mil por hora, dejándome sin respiración.
-Mi maravillosa reina. Yo opino que es mejor que yo sea la que encuentre ese don, que como usted dice, ella tiene. Es mejor que sea vista por un profesional como yo, por ejemplo. Y si tiene potencial se entrenará con nosotros, los guerreros. Tendrá que tener una gran pasión por la magia y la lucha y se tiene que esforzar mucho.
-¿Y si no?-inquirió la soberana.
-Pues si no tiene el potencial, la dejaremos en el hogar donde antes vivía. No vamos a correr riesgos.
No podía creer lo que escuchaba. Después de cómo había tratado a mi padre no podía volver allí. Necesitaba a mi lado a Xania y a Zaldan, pero no se encontraban ahí para ayudarme.
-¡NO! ¡Por favor, a ese lugar no! ¡Me integraré, lo prometo! Pero por favor, llevadme a todos los sitios menos a ése. Os lo suplico.-Creí que me iba a desmayar, pero no lo hice. “¿Dónde estáis? “Me preguntaba mientras me levantaba.
Otro nince habló. Éste era Yorti, un joven guerrero que también había conocido en la escuela de una semana.
-Majestad Yirumi, puesto que la wanster-corrigió- bueno. Puesto que la humana no quiere irse de este sitio, cosa que veo normal.-añadió para sí.- Creo que lo más conveniente es dejarla con nosotros, pero con una única condición; que no haga nada hasta que se lo digamos nosotros.
La reina se mostró pensativa.
-¿Y eso de qué nos serviría?
-Serviría porque así ella puede internarse en La Tierra sin parecer un ser extraño en esa sociedad y así traernos la Piedra Mislak.- Yorti siempre pensaba en ganar y ganar. Le daba igual poner alguna vida en juego, él tendría que ganar sea como sea. Algo que encontré el día que nos conocimos y todavía lo percibía en él.
La mujer recapacitó y al instante una sonrisa tornó por sus facciones.
-Espléndido. Será nuestra arma. Con ella llegaremos antes que los yandos. Gracias por tu sabia respuesta Yorti. Has hecho que esté esperando impacientemente a La Hora.
Un nuevo murmullo invadió la sala y momentáneamente las puertas chirriaron y tras ellas estaban Zaldan y Xania.
-Hemos llegado, ¿nos hemos perdido algo?-hablaba Zaldan, sugestivo.
-Pues la verdad es que os lo habéis perdido todo, amigos míos. Vuestra alumna se quedará aquí. Nos servirá para la llegada de La Hora.- Contestó la suma monarca y luego rió.
-¿Qué ha pasado?- ahora era Xania la que hablaba. Se captaba un tono preocupado en su voz.
-Veo que le tienes aprecio a la joven, Xania. –Habló Yirumi y prosiguió instantáneamente al ver la cara de estupefacción que adquiría la curandera.-Pues, querida Xania, te comento lo sucedido: Frantil, mi ojito derecho, algo que todos debéis de saber ya; ha decidido ser ella quién le dé clases de magia a la humana, y así poder percatarse de verdad si la niña tiene un don o no. Si lo es, se quedará en la Guarida Secreta, y si no, se quedará con nosotros hasta el día de su muerte. Cuando llegue La Hora, irá a La Tierra para capturar la Piedra Mislak y así tendremos ventaja a los yandos. Con una humana de nuestro lado conseguiremos la Piedra antes que ellos, y así podremos destruirlos.- Hizo una mueca, orgullosa.
De pronto, pensé en el yando que había encontrado en el bosque. Grande pero frágil, con una mirada profunda y cercana. Y luego, la imagen de la criatura se fugó de mi mente para dar paso al cuerpo desnudo del chiquillo en el que segundos antes era una especie de pájaro. Sola y débil era su imagen. No podía dejar que hicieran eso. Pero recordé lo que los ninces me habían contado sobre ellos; hermosos pero malvados.
No sabía de lo que estaba pensando. “¡Ninces igual a buenos; yandos igual a malos! Tampoco es tan difícil” pensaba mientras veía a Zaldan con cólera.
Éste también me ojeó por el rabillo del ojo y parecía estar tenso. Lo que antes era una expectante figura ahora se convirtió en una rígida compostura.
-¡QUÉ! ¡ES UNA NIÑA!- chilló furiosa Xania que estaba dando un paso hacia delante desafiando a la reina.- ¡NO PUEDES LLEVARLA A LA TIERRA PARA COGER LA PIEDRA!
Dos guardas se encontraban separados, cada uno se encontraba en los dos extremos del gran portal que conducía a los aposentos de la reina. Éstos avanzaron hacia Xania, pero la suma monarca se dio cuenta e hizo un ademán para que no prosiguieran. La reina la miró con sorna.
-¿Qué quieres? ¿Qué su padre le pegué? ¿Qué deseas? ¿Que nos arriesguemos sin ningún motivo ante la ley? Seré la reina, Xania, pero no soy la Santa Turnia. No puedo cambiar la ley y dejar entrar a este mundo una humana. No al menos de que me sirva de algo- Habló con voz neutra.
-Pe...pero… ¿ lo vas a hacer verdad? Al final la tendremos como rehén a cambio de algo, ¿no es cierto?-escupió y luego añadió enfurecida.- ¡NO TIENES CORAZÓN, PIENSAS EN TI CONSTANTEMENTE!- Xania se agachó y de su liga obtuvo una daga fina y de plata, con signos dorados que surcaban la afilada cuchilla. Ésta se dirigió rauda hacia el trono, donde se hallaba la reina. Alzó la cuchilla, pero antes de asestarle el golpe los guardas corrieron hacia ella para detenerla.
La asieron con fuerza por las muñecas dejando que la nince pataleara constantemente, profiriendo grititos de frustración.
-Lleváosla al calabozo, no la quiero ver.- remató la mujer.
Vi el rostro que había quedado en Zaldan y, después me levanté e intenté seguir a los escoltas. Pero la voz de la reina se dirigía a mí.
- ¿Cómo es que con el poco tiempo que llevas aquí haces que todo el mundo se mueva a tu alrededor?-espetó Yirumi con fuerza.
Hice caso omiso de su comentario, pero para mi sorpresa, al levantarme y dirigirme hacia la cascada, Zaldan agarró mi brazo violentamente.
-¿A dónde crees que vas?- gruñó.
-A ver a Xania, ha hecho esto por mí. No me voy a quedar de brazos cruzados.-Hablé con voz queda y me solté de un zarandeo de él.
-¡Pero Rebeca! No sabes dónde está…- Ya no lo escuchaba, el estrépito que el agua hacía caer al río taponaba mis oídos.
Me dirigí hacia la cascada y desaparecí entre la helada agua.
Al llegar al bosque, mi cabeza dio medio giro para ver si encontraba a los guardias, pero nada. Ni rastro.
Corrí por el espeso bosque intentando buscar la Guarida Secreta, pero por mucho que anduviera, no la encontraba.
Recapacité: El bosque era demasiado grande y la guarida, secreta.
Y recordando una historia humana, dejaba un caminito de piedras – que las cogía mientras andaba buscándolos- . Pero, pese a todos mis esfuerzos por andar entre las ramas caídas y mohosas, haciendo equilibrio en un tronco que hacía de puente porque había un río, alimentándome del agua del arroyo puesto que el zurrón no me lo había traído, dejando que el sudor perlara mi rostro por culpa del sol; pese a eso, mi esfuerzo era en vano. No los encontraba. Era inútil.
Mientras paseaba por la orilla del río, exhausta, decidí beber un poco otra vez de esa agua.
Me agaché entre la hierba inclinándome sobre las rodillas. Vi mi rostro desfigurado por las ondas que provocaban el aleteo de los peces de colores. Sonreí. Una cosa buena de ese mundo era que su hermosura incitaba dulzura.
Despejé los mechones de pelo de mi cara y los recogí en un gran mechón con la mano derecha. Escuchaba el ronroneo del agua cuando se introducía en mis labios dejando pasar pequeñas pompas. Pero al alzar la cabeza y mirar el cielo lleno de nubes de colores, se me ocurrió que podía utilizar magia.
-Magia-susurré contemplando las nubes fosforescentes.
Cerré los ojos y busqué un camino que me hiciera entrar en contacto con la naturaleza. Y otra vez puse en práctica lo que había aprendido en clases de magia. Nada más que había dado dos clases y ya sabía bastante sobre la materia.
Y capté la melodía. El sonido. La música. Mis oídos interceptaban a la naturaleza y la palabra surcó por mi mente: Draid.
De repente, cogiendo impulso en mi mente, comencé a elevarme. Conforme volaba hacia arriba mis piernas se estiraban dejando que mi figura entera se viera levitando. Todavía seguía con los ojos cerrados, cogiendo más impulso en mi interior. Al llegar a un punto intermedio y notar que la energía se consumía en mi interior decidí que era buena idea abrir los ojos y descargar ya toda la energía acumulada, y eso hice.
Los abrí.
Mi cuerpo salió disparado en dirección al cielo. Alegué un grito de alegría.
La adrenalina se consumía en mi interior y yo podía llegar hasta el fin del universo. Pero antes de poder parar mi vuelo, me descontrolé. Tenía sobrecarga de energía y por eso la magia se disparató dejando que mi cuerpo volara bruscamente.
Mientras me trasladaba rudamente de un lado para otro, mis ojos avistaban colores debido al rápido movimiento que hacía que las nubes se juntaran y formaran un arco iris.
Pero, en medio de tanto aturdimiento, me desmallé, dejando que el viento y la magia hicieran vagar mi cuerpo por la nada y después, depositarlo en algún lugar remoto.

Capítulo 6.

CAPÍTULO 6.

“Otro día más en esta isla”, pensé.
Me levanté e hice mis quehaceres diarios.
Recogí la ropa de la lavandería. Me guié por cada habitación y toqué las puertas para hacerles saber a todos los habitantes que la vestimenta ya estaba lista para ellos.
Barrí los pasillos de la residencia -que no eran pocos-y me dirigí hacia la biblioteca.
Otra vez me perdí, pero cuando entré me encontré con una gran sala circular en la que justamente en el centro había un escritorio. La gran pared que recorría el contorno circular no se veía a causa de las estanterías que contenían tantos escritos.
Me embobaba con todos esos libros, pero estaban en la antigua lengua nince y no eran novelas como las que a mí me gustan, sino que eran más bien libros escritos para saber la historia de los ninces o libros sobre la magia. Los ojeaba todos para intentar encontrar alguno que estuviera escrito en mi lengua. Pero…nada.
Con el quita-polvos esparcía la polvareda de los libros más antiguos. Eso de tener que utilizar la escalera porque no te dejaban hacer magia era demasiado costoso. Me cansaba. No podía volar hacia arriba para poder limpiar los escritos, y todo porque la adrenalina que tenía en mi interior haría que echase todo a perder.
Después de media mañana perdida en las escaleras me bajé de éstas. Estiré todo mi cuerpo y algunos huesos me crujieron. Ya había terminado de todo. Y pensé: vivir en una sociedad distinta es difícil, pero más difícil es hacer tantos ejercicios costosos cuando en toda tu vida no has hecho nada.
Mis cabellos rubios danzaban entre mi cara porque la estaba zarandeando para quitar el polvo. Quité las arrugas de mi vestido y recogí el quita-polvos para llevarlo a su sitio correspondiente.
Al recorrer las pasarelas iluminadas por una luz que provenía de la nada me percaté que alguien andaba tras mía.
Di un limpio giro, haciendo que los volantes de mi vestido ondearan distinguí que era Zaldan el que me seguía.
-¿Qué quieres Zaldan?- espeté intentando ocultar una debilidad en mi voz que desconocía.
-Sólo quería comentarte que me gustaría enseñarte el bosque- prendió mi brazo y yo gruñí.
-Lo primero, no me toques. Eres mi profesor no mi amigo. Y lo segundo, soy una persona autodidacta. –Mis ojos no podían resistirse a mirar los suyos. Así que lo hicieron. Percibí que en su mirada que estaba posada en mis labios, mostraba tristeza y dolor a causa de mi comentario obsceno.
El día anterior se había ido sin despedirse de mí ni de Sariña, y eso me enfureció mucho. Pero la compasión actuó como voz cantante en mi mente, mas no estaba dispuesta a perder contra esa sensación.
-Lo siento, otra vez será- terminé la conversación y me marché a la habitación.
Le dejé solo, con una mano todavía extendida donde segundos antes agarraba a la mía en ese mismo sitio.

En mi lecho, tumbada y tediosa, empecé a recapacitar en la idea de ir al bosque, pero sola.
Pensaba que era apropiado explorarlo todo yo, para así moverme mejor.
Sin lugar a dudas lo haría, y rápidamente cogí un zurrón que aprendí a hacer en enseñanza laboral. En éste introduje una cantimplora que contenía agua mágica y unos cuantos trapos curanderos que me dio por la noche Xania.
Antes de salir de la cascada, observé mí alrededor por si veía a algún nince. Pero no avistaba nada. Salí de la cascada y penetré entre el bosque mohoso y perfecto. Empecé bien con la expedición, pero terminé mal.
Al principio el hedor de las flores que danzaban sutilmente con el aire me alegraba. Saltaba el regocijo de mi interior y me adentré más y más a causa de la curiosidad, en el bosque.
La idea de ser divertido duró poro. Toda una tarde sin encontrar salida, estaba en un laberinto. Sentía que había cruzado el mismo sitio varias veces. Me encontraba sola ante ese lugar desconocido.
Y todo por culpa del sonido de la bruma, la fragancia a flores, el sonido del agua que fluía…Todo hacía que mis sentidos se perdieran por ese sitio arrastrándome junto a ellos.
Me senté en un tronco que hacía de banco, lleno de musgo. Miré al cielo translúcido y las facciones de mi cara se dulcificaron por la belleza del panorama. Sin pensar, apoyé las manos en el tronco, y me caí de espaldas debido al resbalón del musgo. Un quejido asomó por mi boca y mi mano cubrió rápidamente la zona donde me había hecho daño, la cabeza. Me incorporé en el suelo. Y de pronto, la melancolía invadió mi mente. Era un ser frágil, ausente de velocidad y que carecía de sabiduría. No era ni sería como los ninces. Nunca.
Suspiré. Y un estrépito llegó a mis oídos.
-¿Quién anda ahí?- intervine asustada.
El ruido del viento que azotaba las hojas de los árboles hizo que mirara arriba. Y la vista que obtenían mis ojos era impresionante; una persona con plumas y alas negras y unas extremidades inferiores acabadas en garras inundaba repentinamente todo el cielo. Sentí un estremecimiento.
Los ojos se me abrieron de par en par y de mi garganta fluyó un grito.
Por culpa de ese ruido que pronuncié, ese ser percató de mi existencia, y vi como planeaba para descender hasta llegar a mí.
Mientras procedía, yo me arrastraba nerviosamente a través del suelo hasta llegar a un sitio donde me reguardara de la criatura.
Pero era inútil, me podía oler.
Mi cabeza asomó a través del árbol donde me encontraba y vi que donde el ser acababa de apoyar en el suelo sus dos patas y estaba de pie. Podía distinguir las facciones de su cara; era algo muy extraño, tenía unos ojos grandes y dorados. Un mar de plumas negras cubría todo su cuerpo, y unas inmensas alas negras nacían en su espalda. Estaba encorvado y al menos la cara se podía ver sin plumas. Presentaba una piel pálida y unos ojos muy muy muy grandes y claros. Pude deducir que se trataba de un joven, puesto que su cara enseñaba rasgos juveniles. Era hermoso, cierto, “pero la belleza mata” dijo mi subconsciente.

Todavía seguía olfateando con una nariz caracterizada a la mía y al oler mi fragancia se dirigió hacia donde me encontraba, me observaba con esos ojos mientras se acercaba lentamente hacia mí.
Pegué un grito de horror.
No podía moverme, el pánico hacía que fuese inmóvil. Su mirada me hipnotizaba. Pero percibí que en sus ojos de yando no había maldad, sino curiosidad.
Las manos las coloqué delante de mi cara para no verle y cerré los ojos esperando a recibir el golpe. Pero noté que hubo un contacto, pero no brusco, había un contacto delicado. Posó sus dos manos sobre la palma de las mías, sus plumas suaves hacían que el tacto me reconfortara, me dulcificara. No quité mis manos, pero las tenía tensas. Entreabrí los ojos y vi que la enorme criatura que podría medir más de tres metros me miraba de nuevo. Fijé la vista en sus ojos, y esta vez no noté miedo o cólera en mi interior, sino caridad. Caridad porque era una criatura que tras esos plumajes negros y ese rostro humano contenía un aura frágil y exploradora.
Me sentía a gusto con su tacto e incluso mis labios produjeron una risa. Veía que él intentaba imitar mi gesto, pero no le salía bien. Reí. Todavía teníamos las manos unidas y al darme cuenta de con lo que estaba, con lo que mató a la familia de Xania, me aparté bruscamente.
-Apártate de mí- gruñí.
Parecía que el ser no me comprendía puesto que se acercaba todavía más.
-Aléjate bestia.- Le chillé. Eso sí que parecía haberle molestado porque profirió un aullido de dolor. Pero al ver que no fue de causa de mi comentario, éste se desplomó sobre mí, dejando caer su pesado cuerpo encima del mío. No podía moverme al principio, pero conforme pasaban las milésimas de segundos, notaba que su gran cuerpo se empequeñecía dejando como resultado la entidad desnuda de un chaval de unos diecisiete años, con el pelo color café con leche y los ojos cerrados.
-¿Qué hacías con eso?- intervino una voz masculina.
-¿Qué? ¿Qué pasa? Aihh… Me he dado un golpe en la cabeza a causa del impacto con el…-vi que la persona que me hablaba era Zaldan, ahora enojado.- Zaldan, eh… ¿Qué haces aquí?-me incorporé dejando al cuerpo inerte del joven en el suelo.- ¿Qué le has hecho?
-Somníferos. No lo mataré, pero si tuviera el arma necesaria aquí lo haría.-habló con voz seria- ¿Y tú que haces aquí? Se suponía que no querías ir a pasear conmigo por esta zona- capté un tono afligido en su voz.
-Yo…es que…no…-farfullé.- Es imposible, no sé qué decir- concluí.
-Ya veo que prefieres perderte y encontrarte con eso-señaló a la criatura convertida en humano- antes de explorarlo como es debido con un amigo.
-Pero…Zaldan, es que no lo entiendes – me acerqué a él y le agarré el hombro- Tú habías desaparecido ayer sin despedirte y eso me enfureció.- Hablaba duramente y su cara se convirtió en espasmo.- Lo siento por lo de tu familia.
-No pasa nada- apartó mi brazo de su hombro.- Es sólo que desaparecieron, los dos. A mí me trasladaron a los cinco años ninces a la residencia, y allí vivo desde siempre.
Le abracé.
- Lo siento por enfadarme contigo y haberte tratado tan mal. No nos conocemos, pero seguramente que seremos grandes amigos.- Inquirí intentando ser dulce.
Zaldan respondió a mi abrazo y noté que me acariciaba el pelo. Pero al yo tocar el suyo, noté que no estaba su larga cola rubia.
- ¿Qué has hecho con tu pelo?
- Me lo corté ayer por la noche. Me aburría.- Notaba que su aliento rozaba mi frente y eso me hizo sentir escalofríos.
Me aparté patosamente y vi que su cara adoptaba una expresión de confusión.
- ¿No te gusta que dos amigos se abracen?
-Hay que ser precavido. – Hice un ademán de asco hacia él
-Pequeña ingenua. Todavía no has experimentado el amor, y al verte atraída a mí crees que es eso. Cuanto te queda por aprender- se irguió.- Bueno, tenemos que marcharnos antes de que los demás yandos vengan.
-Pero, ¿Qué hacemos con el cuerpo? No está muerto…
-Ni lo estará a menos que le incrustes una espada de oro en el corazón-dijo Zaldan circunspecto.
- ¿Entonces qué aremos?- volví a repetirle la pregunta con distintas palabras.
- Lo dejaremos aquí. Se despertará dentro de poco, cuando recuerde que está en un sitio que no le pertenece volverá a su hogar- y completó con un suspiro- espero que no le hayas mirado a los ojos. Menos mal que le clavé la flecha rápidamente.
-¿Qué pasa si se le mira a los ojos a un yando?- pregunté.
-Que se crea un vínculo que une al aura del ser con la del yando. ¿Por qué lo preguntas? No le habrás…
-No, tranquilo-mentí- sólo lo digo porque tengo que estar informada, ya sabes. ¿Y qué hace eso del vínculo entre las dos auras?
-Pues gracias a eso sufres unas series de alucinaciones relacionadas con el pasado del ser, eso es lo primero. Lo segundo es que posees algunas características de su raza. Y lo tercero es que la relación entre esas dos auras va a crear que pronto ninguno pueda vivir sin el otro.
La cara se me quedó helada al escuchar esas palabras y Zaldan siguió hablando:
-Pero como tú no has visto nada en sus ojos pues no te tienes que preocupar por nada - momentáneamente sentí un mareo. La oscuridad irrumpió en mi mente, mas todavía escuchaba pequeños susurros como “Rebeca despierta” “Rebeca, ¿qué te pasa?”
Y el sueño me ganó.

Mi mente reaccionó pero mis ojos no se abrieron, agudicé el oído para ver quién estaba profiriendo sonidos.
-¿Otra vez está así? Le ha sucedido ya unas cuantas de veces.- Era la voz de Xania.
- Sí. Estaba en el bosque conmigo y de pronto se cayó. Yo la cogí en volandas y tuve que volar con magia, parecía estar mal.- Zaldan parecía estar preocupado.
-¿Qué hacíais en el bosque los dos? – preguntó interesada la curandera.
- Le quería enseñar el bosque pero se negó y cuando estaba en el balcón de mi habitación mirando al sol, vi que ella se dirigía al bosque. La seguí y la encontré con un Yando, creo que se estaban mirando.- Un temblor recorrió los labios de Zaldan al decir la última palabra.- Pero ella negó firmemente, y se cayó.
-¿¡QUÉ ESTABA CON UN YANDO!? Xania, tranquila- se dijo a sí misma y luego le habló nuevamente a Zaldan.- Te tengo que estar agradecida, ¿por qué lo hiciste?
-Bueno…Xania…Sabes muy bien que esta niña cautiva a todo cuan desea. Y a parte de a ti…me ha enamorado a mí también. Nunca había visto a una niña tan segura de sí misma ni tan fuerte. Ciertamente es perfecta.- Suspiró.
Los demás comentarios no los pude escuchar porque un pitido llenaba mis oídos. Pero más que un pitido era un sentimiento halagador. Zaldan sentía algo por mí, y yo también sentía algo por él.

Abrí los ojos y vi a Zaldan a mi lado.
-¿Dónde está…?
Me cayó.
-Está cogiendo hierbas. Para curarte.
- ¿Y tú qué haces aquí? ¿No tendrías que dar clases?
-Creo que para las veces que te has caído es mejor que esté contigo. Prefiero salvar una vida.
-Gracias.
Me cogió una mano.
-De nada. Ahora cállate y duérmete.
Le hice caso y con el suave tacto de sus grandes manos me dormí con una sensación placentera.

Otra vez me encontraba en mi habitación. Abrí los ojos y vi el techo luminoso. Me incorporé y me estiré. “Qué día me espera hoy.” Me dije.
Vi mi bloc de notas y comencé a escribir sentándome en la silla que daba el pequeño escritorio:

William la observaba. La observaba siempre. Estaba cautivo en sus miradas, sus curvas, su hedor. Cada vez se obsesionaba más y más. Pero veía que ella se le escapaba, puesto que un hombre exigía la conyugación y ella no se podía negar ante tanta brutalidad.
William guardaba desamparado la llegada de su amor todas las noches, pues antes de ella prometerse, él la salvó de una caída desdicha y, ésta contuvo un amor en su interior que más tarde iba a ser infortunado. Los dos amantes se encontraban las noches de luna llena para verse, para guiarse por la pasión, para entregarse el uno al otro. La muchacha se enamoró de él, pero lo hizo cuanto menos lo esperaba y cuanto menos falta le hacía.

Cogí el nuevo vestido que había fabricado y me lo coloqué. Fui hacia el espejo más cercano – las paredes eran espejos, no me tenía ni que mover- y contemplé mi menuda figura; la chica que se reflejaba ante el espejo era de tez morena a juego con los ojos, una cabellera rubia y larga cubría el rostro y un cuerpo sin curvas y dos pequeños bultos se asomaban por el pecho. Mis ojos obtuvieron melancolía y mi mente pensó “cómo voy a poder gustarle a algún nince”. Pero pronto deseché la idea. Estaba todos los santos días repitiéndome que soy inútil. ¡PUES NO! Yo era igual que todos ellos a pesar de la diferencia de raza.
Esta vez me apetecía dejarme el cabello suelto y resaltar los rizos. Así hice.
Salí de la habitación donde me había dejado olvidado el zurrón y fui en busca de Zaldan, todavía tenía algunas cosas pendientes que hablar con él.

Capítulo 5.

Capítulo 5.

A William lo acogió un hombre que tenía una pequeña niña. William jugaba con ella siempre y siempre le decía: Cuando seas mayor serás la más hermosa entre las mujeres. Ella le respondió una vez: ¿Y tú? ¿Estarás aquí conmigo, hermano?
William se sintió alabado puesto que la niña le había relacionado con un vínculo familiar.
El amor fraternal que se tenía mutuamente era impresionante. Y William cada día veía a su hermana crecer más y más.





Tuve una pesadilla esa noche.

Al principio vi a Xania, hermosa y esbelta. Me sonreía y me tendía la mano.

Yo al principio la rehuía pero al final se la di. Estaba cómoda junto a ella.

Me sentía agraciada por tener una madre o lo más parecido así.

Pero de repente, lo que antes era una muchacha nince se convirtió en mi padre.
Mi padre que tenía un cuchillo en mano y una sonrisa terrorífica.





Desperté del sueño gritando.

Respiraba entrecortadamente y pronto me tapé la cara con mis manos, comencé a llorar.

Una de las principales ideas que tenía al escaparme a la Isla Nince era escapar de las malhechoras garras de mi padre. Pero no podía. Su espíritu me encerraba en una jaula con llave.

No me liberaba de él. Nunca me liberaría, hasta en los sueños me acosaba.

-¡QUÉ HA PASADO!- Xania acababa de entrar velozmente a mi cuarto y llegó a mi cama.

Seguía respirando entrecortadamente y llorando.

-No me deja, no me deja. Siempre estará ahí, conmigo. – Sollozaba.

-Shhh….Tranquila mi vida. Todo pasó. – Se sentó en mi cama y me acogió en su regazo. – Veo que tu padre no te trataba bien. Sé que eres fuerte, pero no sabía que él podría romper ese campo.

- Es que… de la manera a la que me enfrenté con él… ¿y si viene? Xania, ¿y si viene y me atrapa? No volveré a ver más la luz.- Contemplé que en el balcón entraba los rayos de sol a raudales.- No quiero volverle a ver. Me ha hecho mucho daño.

-Tranquila cielo, yo me encargaré de que no lo veas. Te cuidaré como nadie lo haya hecho en su vida. Te lo prometo.
Hundí mi cara entre su lacio pelo negro y al cabo de minutos el sollozo se convirtió en un débil gemido. Xania se incorporó y yo la imité. No quería apartarme de ella.

- Antes de nada, iremos al Lago de La Vida, después te contaré dónde están las cosas de limpieza y te enseñaré unos cuantos nombres mágicos. La palabra que tenías en mente era una palabra mágica. Draid, significa volar.
Comprendí y la seguí.
Nos encaminamos hacía el Lago de La Vida y nos bañamos.
Esta vez no había nadie y podíamos estar solas y tranquilas, era muy temprano.

- Mira, para subirte el ánimo te daré otra clase de magia. Sabes que es una por semana pero bueno, haré hoy una demostración.

-No quiero que sientas modestia por mí.- Inquirí sombría.

-No lo hago. Sólo que es preferible que estés preparada para todo. Es lo mejor. Quien sabe…A lo mejor te pierdes y necesitas la magia…

-Tienes razón. ¿Qué aprenderemos?- me acerqué a una roca y salí de la espesa agua mágica.

-Pues te enseñaré las palabras básicas para controlar el agua. ¿Estás preparada para ver cómo lo hago y luego imitarme?- asentí.- Pues siéntate y disfruta del espectáculo.- Y me guiñó el ojo.

Velozmente, Xania se sumergió en el agua y gracias a la transparencia de la segunda y la luminosidad de la primera, pude ver que se estiraba rauda y nadaba como una sirena por todo el lago. No podía distinguir su figura, sólo veía un destello dorado que surcaba el gran lago a velocidad de la luz. Era increíble ver eso.
Sin embargo, a los cinco minutos de contemplación, su cara perlada asomó y profirió una sonrisa. Yo también le sonreí.

Se acercó a mí.

- ¿Sabes cómo hacerlo?
Negué con la cabeza.

- Es muy fácil, antes pensaste en la naturaleza del bosque y volaste, ¿no es así?
Bien, pues ahora lo que tienes que hacer es pensar en el agua, los animales que habitan en ella, las plantas de ella. Nada más que habrá un pensamiento que haga abrir las puertas del agua, y lo tienes que encontrar. Yo no te lo voy a decir.

-Vale- me metí en el agua.- Estoy preparada.

-Antes de pensar y sacar tu energía, retenla en tu cuerpo y cuando veas que esté lista para salir, sácala con todas tus fuerzas. Al principio te puede descontrolar nadar muy rápido pero después te acostumbras. Recuerda, la palabra es Viuld.
Introduje mi cabeza en el agua límpida y saboreé el frío, había estado demasiado tiempo fuera.

Comencé a divagar por mi mente en busca de algo que suponga abrir la puerta a la magia del agua.

Delfines saltando hacia la superficie para respirar y cacarear, los peces de múltiples colores nadar incansablemente por los océanos, en fin… pensé en todo lo que recordaba sobre el agua, pero no daba con la llave para abrir la puerta a la magia. De repente, mi mente me advirtió de que algo se me escapaba y ese algo eran los ninces. Al concentrarme en esa especie que me había acogido pude abrir la puerta a la magia.

Una gran fuente de energía se derramó en mi cuerpo y pude sentir que la magia fluía por mis vertebras. Concentré todo en mis extremidades y cuando creí oportuno sacarla, la saqué.

Era raro experimentar el aire en el agua, pero esa era la sensación que provocaba en mí.

Veía un mar de burbujas a mí alrededor y cuando encontré ante mis ojos las rocas, volví para dar otra vuelta. Sin embargo, la energía y la adrenalina que se consumían y la recogían el agua hacía que mi cuerpo se fuera debilitando hasta bajar la intensidad y parar.

Mi cuerpo salió al exterior y en Xania vi que su cara estaba fruncida pero no se mostraba tan enfadada como la vez anterior.

-Demasiado bien te ha salido. Todavía no sé cómo lo haces. Tengo que estudiar tu organismo. Tienes magia dentro de ti como nosotros y no eres una nince. Eres especial, demasiado especial.

Yo sonreía pícaramente. Pero mi cuerpo que antes no atisbaba ningún cansancio, se derrumbó y me caí al agua.

-Rebeca, ¿estás bien? Ya decía yo que era demasiado perfecto eso de salir ilesa de la primera vez de magia acuática.- Pude distinguir que era Xania quien hablaba y tocaba mi frente.

Me levanté lentamente y vi que estábamos todavía en el lago. Pero no en el agua, sino en la hierba que rodeaba al lago.

-Sí, demasiado perfecto para ser cierto.- Decía risueña.
Mis ojos se posaron en los de Xania y una luz de compasión se asomaba en estos.

-¿Por qué eres así conmigo?- Pregunté acariciándome mi enmarañado pelo.

- Es una larga historia… Y tú una niña muy curiosa- me regañó.

-Por favor, lo quiero saber.- Dije impertinente.

Vaciló por un instante pero se dejó llevar por mi cara reluciente a causa del agua y sonrió.

-Sólo si no se lo dices a nadie, ¿vale?

-Vale.

- Pues… Yo era una adolescente nince de cincuenta años y una vez, mientras me ahogaba en el río Multad, un hombre joven y rubio me salvó la vida. Tenía unos destellos impactantes, y su mirada era…no sabría cómo definirla, pero parecía que sabía todo cuanto tú habías vivido. Me enamoré al segundo de conocerle y no sé ni cómo ni porqué él se enamoró también de mí.

Al cumplir los cincuenta y cinco, me quedé embarazada, y mis padres querían quedarse con el bebé puesto que yo era todavía una niña. Pero ÉL hizo que nos los quedáramos y además que viviéramos en una casa en el bosque. Todo sin el consentimiento de mis padres.

Al ver por primera vez a la nince que había vivido durante un año en mi interior, distinguí unos cabellos dorados, una mirada lívida y acogedora, un cuerpecito minúsculo y unos destellos rojos significativos de carácter, me enamoré por segunda vez.

Mis dos amores vivían conmigo en una casa en el bosque. Yo era feliz, no quería cambiarlo por nada del mundo. Pero, un día… – Xania empezó a hablar con voz queda y un sollozo traspasó sus labios hasta llegar a mis oídos.- No… no sé lo que pasó…lo único que sé es que me fui a buscar hierbas curanderas y dejé a la niña con su padre, y al llegar…- Se le calló una lágrima.- Al lle…g-gar en…co…con…tré a los dos….mu-mu-muertos.

No lloró nada más que un poco, pero sí que se mostraba triste.

Yo me quedé callada y Xania prosiguió.

- No paré de llorar. Y cuando volví a mi casa junto a mis padres, éstos me convencieron de que fue obra de los Yandos. Y al morir éstos de una enfermedad, me trasladé a la residencia, donde actualmente vivo. He estado aquí cincuenta años y no he sonreído nunca. Pero cuando te vi en el barco, cuando te vi me recordaste al bebé que dejé en mi pasado. Esos ojos claros, ese cabello rubio, ese carácter tan fuerte y rudo. Me enamoré por tercera vez, y por eso quise que vinieras conmigo. Eres…Eres la luz que brilla en mi interior. Te tomo como a mi hija porque… eres igual a ella. Y te quiero. Me da igual que seas de otra especie aunque tampoco lo definiría así, pero…te quiero y quiero que seas mi hija.

- Yo nunca tuve una madre que me cuidara…y tú eres la única que me ha tratado como a una hija.- Dije en voz leve.

Xania me abrazó y me susurró “te quiero” yo también lo hice y desde entonces, se convirtió en mi madre adoptiva.

Nos quedamos sumidas en nuestro abrazo mucho tiempo, no sabría definir cuánto.
Calcularía que serían las ocho de la mañana y empezaron a venir más y más ninces.
Xania se levantó y se fundió en el agua junto a sus compañeros. Yo empecé a pensar en ella, pero ese pensamiento se desvaneció al ver a Sariña y Zaldan acercarse a mí.



-Hola Rebeca, ¿Qué haces aquí?- Era Sariña que depositó un beso de sus extremadamente gruesos labios en mi mejilla. Zaldan ni me tocó pero sí que se sentó a mi derecha, dejando que Sariña se sentara a la izquierda de mí.

-Pues me aburría en la habitación y vine aquí con Xania. ¡Es muy buena conmigo!
Miré a Sariña que miraba preocupadamente a Zaldan, y mi cabeza giró hacia él, encontrando en su cara una mueca.

-Pobre mujer…Lo ha pasado muy mal, debes de haberle salvado la vida. Nunca la había visto así con la gente. Nunca.- Dijo éste mirando a Xania.

-Me explicó lo que le sucedió. Dice que me toma como a su hija.

- ¡Eso está muy bien! Te podrá adoptar y formaréis una familia. Yo la conocí antes de que conociera a su novio. Y ahora está en la misma condición que antes de su caída. Gracias Rebeca por devolverla a la felicidad.- Dijo Sariña, tan alegre como siempre.

-De nada. Bueno, Zaldan, ¿cuándo será la próxima clase? – me volví mi mirada hacia el sitio donde se encontraba Zaldan, pero no estaba.

-Creo que Zaldan se ha mosqueado.- Dijo Sariña con voz inocente.

-¿Por qué?

-Pues, a lo mejor será porque te tiene envidia. Nunca ha tenido padres y tú acabas de encontrar uno. Es idiota, lo sé.
Asentí.

-Bueno, ¿vienes a nadar? Antes vine y te vi nadando con magia acuática, ¡lo haces muy bien para que tu especie no pueda hacer magia! ¡Te felicito!


Y otra vez nos bañamos. Esta vez me acerqué a los niños pequeños, ¡Y me adoraban aunque tuvieran mi edad!

domingo, 24 de enero de 2010

Capítulo IV.




CAPÍTULO 4.


William aprendió en la escuela de la especie de su amada y gracias a ellos, se integró en una guardia para una mujer que necesitaba de su ayuda. Pero él no se esperaba que lo único más centelleante que fuese a realizar era llevar recados. Siciliana, su amada, se reía de él mientras iba danzando en su escenario. El joven la veía entre el público mientras barría el suelo. Ella, tan hermosa y perfecta. William, magnificado por los cantos y danzas de la muchacha hizo todo lo posible por conseguirla. ¿Lo logrará?

Llevaba tres días en la Isla de Nince y Xania se convirtió en mi mejor amiga aparte de que nunca me dejaba ir sola a ningún lado. Entre las dos creamos un vínculo. En esos pocos días actuaba como si fuera una madre para mí.





Suspiré. Décima vez que ponía en práctica lo aprendido sobre esgrima nince. No daba pié con bola.

-Venga, no es tan difícil. Pié derecho hacia delante. Pié izquierdo atrás. Ponte en guardia-decía mi profesor. Éste tenía destellos verdes.

Él se puso en guardia y flexionó la rodilla izquierda dejando que la pierna derecha se estirara. La espada la dirigió hacia mi cuerpo, pero su intento de tocarme fue fallido. Yo imité su paso subiendo mi codo derecho y parando el golpe de su espada con la mía.

-Bien señorita, has aprendido la defensa y el ataque básicos- tenía un acento muy fuerte y ahora se erguía para hacer una especie de reverencia.-Ahora viene la hora de que pongas en práctica todo lo aprendido.

Estábamos los dos en guardia- yo respirando entrecortadamente, él…bueno, él era profesional- y mi profesor alzó su espada para pincharme, pero yo di media vuelta y pude defenderme deteniendo su ágil movimiento con mi espada.

-Chica lista-farfulló.

-Me lo han dicho más de una vez-le guiñé el ojo y descargué toda mi fuerza en un solo movimiento.

Me agaché y pasé con fuerza la espada sobre sus pies, pero éste saltó con gracilidad dejándome en ridículo. Me caí y sus destellos impidieron que pudiera ver mucho más que su contorno.

-Tocada- y se rió de mí.

Me mostró su mano para que la cogiera y me pudiera levantar. Pero mi orgullo era superior a caer tan bajo. Me levanté yo sola.
Noté que mi hombro mostraba un dolor literal. Cubrí la parte dolorida con mi mano pero le di indicio a mi profesor de esgrima a que se preocupara.

-A ver...-me quitó la mano y pudo ver que una chispa de sangre asomaba por la coraza blanca que llevaba puesta.-Quítate tú traje.

-Aquí no, me ve todo el mundo. No voy a pasearme en ropa interior en esta zona.

Suspiró.

-Bueno, pues entonces vayamos al vestidor.

-Prefiero que Xania me cure esto. Eso de que un ser masculino me atienda en ropa interior da un poco de...grima. A parte, ella es curandera, lo hará genial-me crucé de brazos y le hablé de tú a tú.

-Xania no está aquí, se ha ido. Anda, no seas ridícula y deja que te cure yo. Soy un profesor, no un adolescente Wanster- me dirigió una mirada de preocupación-venga anda.

Fuimos al vestidor y me pude quitar lo justo de la coraza para que nada más se viera la parte dañada.

-Deja que vea esa herida-le mostré mi corte y lo miró con inquietud. Yo también le eché un vistazo y parecía una pequeña raja de la que salía una fina línea de sangre. Recapacitó-¿cómo te has podido hacer eso? Has llevado puesta la protección todo el tiempo.

-Rozaduras- murmuré.

-Ya veo que son rozaduras. Quédate aquí. Ahora vuelvo.

Me dejó sola allí. Suponía que iba a buscar hierbas para sanar la herida.

Me quedé pensando en Zaldan, mi profesor. Era un nince hermoso. Siempre llevaba el pelo recogido por una coleta y sus ojos eran grisáceos, pero a la vez morados. Me gustaba su forma de ser, pero detestaba que me tratara como una niña pequeña. De todas maneras, eso era para ellos. Habrían podido vivir cientos de años.

Xania aparentaba una joven de veinte años pero en la realidad tenía ciento tres.

Decidí que le preguntaría a Zaldan cuántos años tenía, pero aparentaba veintidós como mucho.

Llegó, ahora con un maletín.

Mientras se sentaba y abría el maletín pude ver su rostro perfecto. Unos labios finos mostraban una mueca y unas cejas fruncidas hacían a su rostro cómico.

-Una pregunta, ¿cuántos años tienes?-él me despejaba la sangre de la herida con una hierba a la que llamaban Triuyit que significa “sanará todo lo que te propongas”.

-Pues tengo trescientos años recién cumplidos. Supongo que te preguntarás cómo me cuido tan bien-ironizó.

-Pues la verdad es que esa pregunta no era la que tenía en mente.

-¿Qué quieres decir?

-Lo que quiero decir es; ¿Cómo podéis ocultaros a la vista del ojo Wanster? Es decir, existiréis desde hace millones de años y nosotros todavía no nos habíamos dado cuenta de vuestra existencia.
Atisbé una sonrisa en sus finos labios.

-Mira-de su bandolera sacó un frasquito que contenía una especie de agua-si lo hueles, te oculta. No eres visible a los ojos de cualquier especie.

-Pero entonces, ¿cómo que yo os vi? Bueno, a esas ninces y a Xania.

-Descuido-habló. Terminó de vendarme el hombro.- ¡E a! Listo.

-Gracias-mis mejillas adquirieron el tono colorado que tanto odiaba.
Zaldan rió.

-De nada- y depositó un dulce beso en la mejilla, pude saborear miles de mariposas cubriendo mi estómago-me tengo que ir, tengo que dar clases a otros alumnos.

-Antes, una cosa. No me des besitos intentando hacer que parezca una niña de cinco años. Seré pequeña, pero tampoco tienes que recordármelo siempre.

-No lo hacía por eso.-Y abrió la puerta para salir.
Y me dejó sola. Al ver que cerraba la puerta de madera-él fuera del habitáculo-me toqué la mejilla besada y creí que en esa semana experimenté por primera vez el amor. Mierda, me dije a mi misma.


-Primera clase de magia, me ha tocado contigo. ¿No es genial?-era Xania la que hablaba. A parte de ser curandera daba prácticas de magia y ella sería mi profesora particular.

-Sí, ¡genial! Te prefiero a ti antes que a Zaldan.

-Anda, pero si veo que entre vosotros hay un sentimiento Glunsi-así llamaban ellos a un sentimiento no común.

-Deja de decir tonterías. ¿Empezamos ya?

-Sí. Verás, en la magia no se necesita teoría, pero sí que se necesita tener imaginación, algo que tú dominas sin dificultad. Es muy fácil aprenderla, de hecho, a los tres años de edad nince ya se comienza a dar. Bueno, empecemos. Lo primero es dejar la mente en blanco.

-Ya.

-No, ya no.-me miró con seriedad.- Aprende a conocer el sonido del silencio y abrirás las puertas a la magia. Es lo más dificultoso que te encontrarás, pero es lo más esencial.

-Vale- mí voz sonaba neutra. Me concentré y cerré los ojos. En la habitación no se
escuchaba nada. Pero necesitaba escuchar el sonido del silencio. Durante media hora dejé mi mente en blanco y de pronto, una oleada de emociones cubrió mi mente, como sí nada. Experimenté el amor, la alegría, la amistad, la tristeza, el descubrimiento. Un mar de sensaciones recorrían mi mente y cada una de ellas las había apreciado en primera persona. Y entonces, pude escuchar el sonido del silencio.

Era como un tambor suave provocando siempre lo mismo; pum, pum, pum.

Pero si le ponías la melodía de los animales, del agua que cae de una cascada, de los insectos, la suave brisa del viento, en fin, si fusionabas ese tono con el sonido de la naturaleza formabas una orquesta que solo tú podías escuchar. La combinación entre el sonido del silencio y la melodía de la naturaleza.

-¡YA! Lo tengo-todavía seguía con los ojos cerrados porque el sonido no había desaparecido de mi mente.

-Perfecto, ahora lo que tienes que hacer es coger esa melodía y guardarla en tu memoria-escruté que Xania albergaba esperanzas sobre mis posibilidades de ser maga.

-¿Cómo?

-Intenta pensar en lo opuesto a la magia. Harás la prueba de si se ha grabado o no.

-Vale.

Empecé a pensar en la oscuridad. En la destrucción de la naturaleza. En monstruos y criaturas como los Yando, los seres aéreos que atacaban a los pobres ninces. Dejé de pensar en la claridad y la magia. Completamente ya me había olvidado de ella.

-Ya.

-Abre los ojos y no pienses en nada de lo que te he mencionado.
Hice lo que me decía.

-Perfecto-me miró la pupila de mi ojo izquierdo- tienes el iris amarillento. Señal de que serás buena en la magia y de que ya has aprendido lo más difícil pero a la vez, lo más básico.

Reí para mí misma. Por fin algo que se me daba bien. En la esgrima era una negada.

-Ahora tendrás que aprender a poder levantar alguna cosa. Empecemos por algo fácil. Esta pluma misma.

Asió la pluma y la puso en mi pupitre. Yo cerré los ojos y simplemente me dejé llevar por el suave canto del silencio e instantáneamente una palabra vino a mi mente. Raid.

Entreabrí el ojo derecho para ver si la pluma se ponía en movimiento, y en efecto, vibraba un poco.

Cerré otra vez los ojos y en mis labios Xania pudo detectar una sonrisa.
Me adentré más en el cante e intensifiqué mi fuerza. Saboreé una oleada de frescor mentolado cubriendo todo mi cuerpo y cuando abrí los ojos, no era la pluma la única que se elevaba, sino que yo también estaba levitando. Inquirí a mi maestra y en vez de interceptar un rostro de complicidad, pude contemplar qué en sus faces estaban llenas de espasmo.

-¡PARA YA!-gritó furiosa.

Y ese grito fue lo suficiente para que perdiera el control y cayéramos yo y la pluma al suelo.

Me levanté nada más sentir el frío suelo. Me coloqué bien el vestido y mis labios obtenían un ademán de adrenalina.

-¡WOW! ¡HA SIDO UNA EXPERIENCIA FANTÁSTICA!-pero al ver la cara de Xania la sonrisa se borró.- ¿qué? ¿He hecho algo malo?

-No es que hayas hecho nada malo, sino que tu poder es increíble. Tienes que moderar esa energía. No querrás causar problemas.

-Vale-agaché la cabeza indignadamente.

-De mientras, te quedarás limpiando.

-No creo. ¿Vas a dejar que renuncie a aprender porque tengo potencial? No. Voy a ser maga. Cueste lo que cueste. ¿Vale?-automáticamente mi mano se convirtió en un puño y en mi corazón había una pizca de cólera al ver los ojos acusadores de Xania.

Refunfuñó pero sabía que si no me dejaba hacer lo que yo quería, no haría absolutamente nada.

-Seguirás, pero no te vayas por donde no te conviene y tampoco hagas ninguna locura. En cuanto a limpiar. Lo harás para poder tener un auto-control. ¿Entendido?- persistió la maga.

-¿Podemos continuar?

-No, ya has aprendido lo suficiente por hoy.

Xania salió del cuarto de magia apresurada y enfurecida. En el poco tiempo que la había conocido nunca se había puesto así conmigo. Salí lentamente de la sala y gracias a mi base de datos pude encontrar mi habitación.

Avancé a mi cuarto y al caer en mi cama. Derramé gotas de agua salada en mi almohada y me pregunté por qué Xania se había portado así conmigo si yo no había hecho nada. ¿Había hecho algo malo? ¿O me tenía envidia?

Estaba cansada y quería leer un poco, cogí un libro que ya me lo había leído unas cuantas de veces, Los Pilares de La Tierra, un gran libro. Posteriormente me pegunté lo de La Hora y la piedra Mislak. Quería preguntárselo a Xania, pero prefería preguntárselo más tarde por dos motivos: uno: estaba enfadada; dos: no quería
meterme en más follones, preferiría saberlo a su debido tiempo.

Alguien tocó la puerta. Era Xania, otra vez.

-¿Se puede?- preguntó con voz queda.

-Adelante- espeté.

Xania entró en mi cuarto y se dirigió hacia mí. Yo estaba tumbada en mi cama con el libro entre las manos, leyendo sin comprender. Noté que su mano se posaba en la mía y la aparté bruscamente.

-Lo siento.

-Vete.- Zanjé.

-Rebeca, lo siento por lo de antes. Me había enfadado por una tontería, y sé que no tienes la culpa de nada. Es todo mía, lo siento.

-No te disculpes, mañana me iré de aquí, volveré a mi antiguo lugar.

-¡No! Eres bienvenida aquí. Todos te quieren para los dos días que llevas aquí. Atrapas con tu sonrisa y mirada. A pesar de ser una…

-Una Wanster, ¿no? Creía que me trataríais bien, como a vosotros. Ya veo por qué te enfadaste. No sabías que poseía ese poder, no porque me miráis con aire superior.

-No, no, no, no. No mi amor. Todo menos eso- decía dulce pero tristemente.- Sólo te quería ayudar y me frustré porque creía que no te iba a ayudar. Pero era tan mayor mi furia que lo tuve que descargar contigo. Lo siento.

Comprendí lo que me decía. A mi padre le pasaba lo mismo conmigo, sólo que él decía que era culpa mía.

-Mi padre hacía lo mismo conmigo. Sólo que decía que era culpa mía. Te comprendo.-

Dije suspirando.

-Dios mío, Rebeca si es que eres demasiado buena para nosotros.- Me incorporó y abrazó.

-Gracias.

-Bueno, me tengo que ir. Ya es de noche y tienes que descansar, mañana iremos al Lago de la Vida. Tenemos que reponer fuerzas.

Asentí.

Xania me dio un beso y se despidió. Al levantarse y dirigirse a la puerta, antes de abrirla, me susurró:

-Buenas noches mi vida.

-Buenas noches.- Y nada más se fue añadí.- Mamá.

Nunca había tenido una madre y ella era lo más parecido a eso. No nos conocíamos bien pero me daba igual; nunca sabría qué era tener una madre y ahora lo estaba experimentando.
El sueño se apoderaba de mis párpados.

sábado, 23 de enero de 2010

Capítulo I I I

CAPÍTULO 3
“William empezó a conocer más a esa chica y su poblado.
Se integró perfectamente y empezó a hablar su idioma. La chica aún no estaba enamorada de él, pues lo único que quería era su sabiduría. Pero William empezó a luchar por conseguir su amor, y seguiría luchando por él aunque fracasara siempre.”
Me desperté en mi cuarto, estaba en mi cama y Xania se encontraba tocando mi frente suavemente.
Me incorporé.
-Xania, ¿cómo has hecho que nos trasladáramos aquí tan rápidamente?
-No lo he hecho. Tú lo has hecho.- Dijo sonriendo tiernamente.
-¿Cómo?
- Pues has sacado de tu interior toda la energía acumulada. Parece que tu don va más allá. Un Wanster carece de magia, lo sabemos porque una vez acogimos a uno y lo estudiamos. Pero tú, tú eres diferente, eres especial.
-Soy rara- farfullé.
-No, cariño, todo lo contrario. Eres magnífica. Posees cosas que otros no tienen.
-Gracias.
Un silencio colectivo inundó la habitación y de repente soltó Xania:
-Es mejor que me valla a la habitación, es de noche y tienes que descansar. Hoy te han pasado bastantes cosas.
-Sí.-Finalicé.
Empecé a pensar pero al cabo de un tiempo, me quedé dormida.
Me desperté.
Me levanté y mis pies tocaron el frío suelo de mármol.

Vi mi cuerpo reflejado en el espejo y mi ropa no tenía ni punto de comparación con la de Xania. El día anterior vestía con un top blanco dejándole el ombligo al descubierto, acompañado de una larga falda también blanca; Yo tenía un mono azul eléctrico, era lo que todo el mundo que habitaba en mi ciudad se ponía aunque tuviera otra vestimenta. Me recogí mi enmarañado pelo rubio en un sencillo moño y dejé que tres mechones cayeran sobre mi rostro.

Después de un largo tiempo recorriendo el gran pasillo donde se encontraba mi habitación, la de Xania. Y todo porque en su puerta ponía su nombre.
Llamé a la puerta.

-Pasa Rebeca-me pidió la voz somnolienta de mi compañera.
Abrí la puerta de par en par y entré en el pequeño recinto. Su cuarto era igual que el mío sólo que no tenía cama, sino que tenía una cuerda de oro colgada, como una soga. Encontré a Xania colgada boca bajo, observándome jubilosa.

-¿Cómo sabías que era yo? ¿Y cómo sabías mi nombre? Todavía no te lo había dicho.

-Intuición ninzanea para la primera respuesta. Para la segunda, digamos que se lo escuché gritar a tu padre, cariño.
Distinguí que sus pertenencias se dedicaban exclusivamente a las flores. Un mar de flores cubría lo que era uno de sus grandes espejos. De pronto, un retortijón se asomó a mi estómago.

-¿Dónde comeremos? -pregunté pasándome una mano por la barriga.

-¿Comer? ¿Qué es eso?- ladeó la cabeza con intención de parecer desconcertada.

-¿No os alimentáis?-ella asintió-entonces ¿qué hacéis para obtener nutrientes?

-Vamos a un sitio que contiene una gran laguna. El agua del lago nos da todo el sustento que necesitamos.

-¿Cuándo vamos a ir?
Con un suspiro forzado, Xania quitó suave pero raudamente el pié de la soga y con una voltereta posó sus pies gradualmente en el suelo.

- Lo primero, toma.- Se dirigió a un gran armario y cuando lo abrió, distinguí vagamente un montón de prendas claras. Cogió una que parecía ser de mi talla y me la tiró. La cogí torpemente.- Póntelo ahora. Y lo segundo, descálzate, tus pies son el sitio de tu cuerpo que más contacto está con la naturaleza, no puedes ponerte zapatos, así aparte de romper las flores lo que haces es incomunicarte con la naturaleza. Quítatelos.

Cerré la puerta y me desvestí. Contemplando la imagen luminosa de Xania con ese traje y la mía con un vestido blanco, mi cuerpo era una insignificancia comparado con la de ella. Me descalcé y ella pasó al lado de mí. La tenía que mirar inclinando la cabeza hacia arriba. Era muy alta, como todos los ninces que había visto.
Atravesamos la residencia, impregnada de lujosas paredes doradas y suelos de mármol; y pasamos la cascada.

Nos introducimos en un salvaje bosque. Cuando lo vi por primera vez, creí que me había enamorado; las lianas mohosas unían los inmensos árboles, que contenían troncos verdaderamente gruesos y verdosos; debido al viento, las flores danzaban entre la brisa, produciendo un hedor agradable.

Veía a Xania recorrer los helechos y saltar de rama en rama con mucha facilidad y con gracilidad en cada movimiento. Yo la observaba desde abajo, cogí el camino largo, andar. Pero todavía no estaba cualificada para saltar. Una caída y sería chica muerta.

El bosque me recordó a una película terráquea que había visto hace poco. Pero ya no me acordaba del nombre. Cuando prácticamente lo atravesamos entero, pude distinguir que detrás de una capa de pinos había un claro que contenía una gran laguna. Al llegar a ese pequeño campo noté que había un bullicio de Ninces que nadaban por la laguna. Era un privilegio contemplar ese espectáculo, era un agua cristalina y la cubrían destellos verdes, dorados, plateados, amarillos...En fin, toda clase de colores y luces. Podía distinguir a los niños de los mayores. Ellos competían en carreras de crol y jugaban mientras los mayores conversaban en una esquina y bebían esa agua mágica.

-Una pregunta, vosotros podéis estar por la tierra, ¿por qué tanto agua? No sois como los peces, ellos necesitan el agua para sobrevivir, vosotros no. Podéis moveros en tierra siempre que queráis, ¿por qué os interesa tanto el agua?

-Es porque nuestros antepasados eran seres acuáticos, pero fuimos evolucionando y nos adaptamos a la tierra. Todavía necesitamos sentir el agua en nuestra piel y si te das cuenta, nada más podemos estar sin contacto con el agua tres días. Como tú con la alimentación.

-Entonces, ¿cómo me alimentaré? Esta agua no me va a dar el sustento que necesito.-la miraba con tristeza, a lo mejor tendría que volver a la prisión.

-Sí, querida mía. Esto es magia, nosotros somos seres mágicos y habitamos en un lugar magnífico, esta agua da toda la alimentación que necesites para...semanas, e incluso meses.

-Entiendo. Entonces yo puedo beber de ésta sin necesidad de comer algo. Cada vez me gusta más vuestra forma de vivir.
Sonrió.

-Bueno, pues al agua.
Mientras Xania se introducía en el agua con un limpio tiro de cabeza.

- ¡Vamos!- me gritó grácilmente.

Me introduje lenta y cuidadosamente en el agua y nadé un poco para entrar en calor.

Cuando me sumergí pude ver muchas luminosidades en el interior del lago.

Era hermoso contemplarlo, un grupo de destellos azules danzaban grácilmente. Daban giros y volteretas constantemente, y al ver que una luz amarillenta se dirigía hacia mí, contemplé que era una nince que sonreía mientras buceaba. Los ojos de ésta eran azules marinos, preciosos.


Recordé que era como la vez que apunto me estaba ahogando, pero ésta vez eran más vivas puesto que antes tenía una ciega visión.

La respiración me fallaba y salí hacia el exterior.

Un suspiro ahogado surgió de mi garganta y todo el mundo me vio.

Niños llamaban a sus padres para que emergieran. Me miraron todos con expresiones extrañas y yo les observé con turbación.
Pero ya estaba Xania para salvarme de ese bullicio de miradas.

-Es Rebeca. Una Wansed con misteriosos poderes. Ha venido aquí para contarnos la vida en Wanster y también colaborará cuando llegue La Hora y podamos buscar La Piedra Mislak.

-¿Ayudaré a qué? ¿A encontrar a la piedra qué?- dije en voz queda.

-Ya te lo explicaré en otro momento, ahora déjame arreglar esto.- Dijo Xania con una voz que parecía inaudible. Y reanudó.- Bueno. Pues aunque los dioses, es decir, La Santa Turnia, no lo sepan y lo imponga ante la ley, ella puede sernos útil.

- ¿Y si lo descubren?- preguntó una voz de entre el bullicio de ninces que se encontraban allí.

- Pues le contaremos que ella es especial. Que posee nuestros caracteres.

-¡PERO SI NO TIENE DESTELLOS!- intervino una nince gritando.

-Haber, no tiene destellos. Y tampoco es tan alta como nosotros. Pero posee sentimientos, y también es de carácter. A parte, tiene un don del que todo el mundo carece y es el de la magia creativa. La necesitamos para combatir en la gran Batalla contra los Yandos, y eso, queridos amigos, pasará dentro de un año. Tiempo suficiente para que ella aprenda y sea una gran guerrera maga.

De pronto, el alboroto que se formó mientras discutían cambió a un silencio incrédulo.

-Bueno, viendo vuestras caras, prefiero dejaros este asunto en manos de Rebeca, la humana como ella dice.- Rebeca se bajó de la roca donde antes estaba expuesta y me incitó a que subiera.
Yo tímidamente lo hice.

-Rebeca, cuéntale alguna historia para que se calmen, no están muy de acuerdo con esto.- Me susurró al oído en el intercambio de sitio.

Asentí y como por arte de magia empecé a contarles una historia. Era extraño porque hablaba para unos desconocidos, pero los destellos impedían que les pudiera ver sus cuerpos.

Empezaba así:



<Hace doscientos años, hablamos del siglo XXII, vino al planeta Wansed una nave espacial. Nosotros, nos quedamos asombrados ante ese trasto. Los Wanster utilizábamos una tecnología muy avanzada, pero nunca habíamos tenido curiosidad por viajar a través del espacio para descubrir nuevos mundos. Bueno, pues de esa nave espacial un niño asomó la cabeza. Al bajar de la nave, nos contó que era un salvador para este planeta. Que habían descubierto nuestra existencia y que querían ayudarnos, pues todavía no habíamos desarrollado el arte de la música, la pintura, la expresión por escrito. Nosotros nos quedamos asombrados, ¿cómo ese niño de unos catorce años nos iba a explicar con ese trasto, que éramos unos incultos? Y pronto, con una muestra, nos hizo ver que tenía razón.



Nos enseñó a cocinar cosas comestibles cómo la patata frita, la hamburguesa, la pizza, los espaguetis y una infinidad de cosas más. Como nosotros carecíamos de los productos con los que se hacían esos comestibles, decidimos viajar hasta La Tierra para luego comprar sus productos. También nos enseñaron el arte como escribir poemas o novelas literarias, amar mediante la pintura, o expresar los sentimientos con una melodía que nunca acaba, sino que sigue en nuestros corazones.

Los primeros viajes hicieron que nuestros hogares fuesen confortables y cómodos. Los segundos hicieron que desarrollásemos nuevos comestibles. Y los viajes más recientes hicieron que su cultura se traspasara a la nuestra. Unos pocos de los Wanster pueden amar, llorar, resumiendo, podían tener sentimientos. Los libros de los humanos trasmitían cólera, amor, pasión, envidia, alegría, tristeza, engaño, traición. Pero, hizo que por lo menos yo sintiera, que pudiera hacer otra cosa aparte de poder hacer experimentos. Claro, que algo bueno siempre tiene su contra, como por ejemplo, el alcohol. Nos afecta tanto como a ellos, e incluso más. Mi padre es un perfecto ejemplo. Bebe, y bebe, y bebe, y bebe. Y pega, pega, pega e insulta, insulta, insulta. Pero bueno, algo sí que es seguro. Los humanos nos han cambiado la vida, por lo menos a mí.


Mediante otro cuento les dije que nuestro planeta tenía coches voladores. Me pidieron que recitara alguna novela terráquea. Yo le recité una parte de un libro que trataba de la lucha de un hombre llamado Don Quijote contra unos molinos de viento. El creía que eran gigantes y empezó a luchar contra esos inmensos objetos
inertes.



-Bueno, y esto es lo único que he aprendido de los años que llevo en el planeta Wansed y lo que sé sobre los humanos. Espero haber complacido a todos los aquí presentes y por favor, aceptad a esta humilde humana como una de los vuestros.
Todos me aplaudieron y a voces gritaron mi nombre. Ya no había asombro ni miedo en sus caras. Les había embelesado con mis palabras.

-Una pregunta, pequeña- interrumpía un anciano mientras se acercaba hasta mí.- ¿Cómo es que te llamaron Rebeca? ¿Tu padre no era un ser malévolo?

-Sí, lo es. Pero me pusieron el nombre por mi madre. Ella se llamaba Melissa, un nombre humano. Mi padre la escogió entre todas las mujeres porque obtendría buena descendencia. Pero los sentimientos de ella eran muy desarrollados, todavía no sé el porqué de eso. Mis primos dicen que es porque mi abuela provenía de La Tierra; mis tíos decían que era una loca que pensaba igual que yo, y mi padre simplemente no atendía a mis interrogantes. Pero si ella viviera, yo no tendría esta ideología sobre mi planeta. Ella decidió llamarme así.

El anciano pareció meditar y luego habló:

-Sabia respuesta niña. Para tu temprana edad eres muy inteligente, y posees un don para cautivar con tus palabras increíble. ¡Cuán más pienso en tus sabios léxicos, más ganas me entran de conocer lo que nos rodea!

Xania me susurró que era Multad, el sabio de los sabios. Era un nince que había vivido mil años y sus ojos mostraban madurez e inteligencia.
Mis mejillas adquirieron un tono colorado, pues era la primera vez que me decían eso.
En ese día empecé a aprender más de ellos. Utilizaban la moneda, sus sistemas curativos eran medicinas que las habían sacado de árboles o plantas. Aprendí a lavar, gracias a una nince llamada Suswat, sus ropas. En ese día jugué a un partido de Tras-trall. Un juego que los ninces utilizaban para integrarme. El juego era de sabiduría y conocí a Sariña, una nince que partiría pronto a hacer una expedición para buscar a algunos Yandos extraviados e sacarles información. También conocí a

Yorti, un nince frío pero cautivador. Gustaba, pero no gustaba.
En ese día jugué gratamente con niños nince y me lo pasé genial. Me habían aceptado y sólo por una historia.

Llevaba tres días en la Isla de Nince y Xania se convirtió en mi mejor amiga aparte de que nunca me dejaba ir sola a ningún lado. Entre las dos creamos un vínculo. En esos pocos días actuaba como si fuera una madre para mí.

Ahora no era una Wanster. Yo era una nince.

Capítulo2- La fuente de la vida.



CAPÍTULO 2.
Dentro de la cascada avisté que la cueva era un palacio. El mármol bañaba las paredes y había grandes pilares en fila que sostenían lo que parecía ser una segunda planta. El suelo estaba cubierto por losas de oro y plata y al fondo había dos tronos. En las paredes colgaban cuadros de sucesos en esa isla. Como el coronamiento de algún rey o reina. Veía a ninces que paseaban por allí con lujosos vestidos, pareciendo más hermosos.
Andamos hacia el trono por una alfombra roja en la que los bordes tenían bordados hilos de oro; al llegar al trono pude distinguir que estaba sentada una nince de avanzada edad, pero hermosa. Vestía de burdeos y un corsé hacía resaltar su figura. Iba descalza, una cosa que pude ver entre todos ellos.
Habían unas mujeres centelleantes, -las doncellas de la reina diría yo- que le peinaban sus cabellos lisos y color azabache.
-Majestad -saludó con una reverencia mi acompañante. Me miró de reojo para que hiciera lo mismo, pero me quedé paralizada con tanta hermosura en un mismo habitáculo.
-Xania, bienvenida. ¿Quién es esa Wanster? –preguntó con frialdad señalándome con un dedo.
-Humana, prefiero que me llame humana -le interrumpí a mi acompañante, que parecía llamarse Xania, antes de ella hablar, mirando a la reina, de la que todavía desconocía su nombre.
Xania me miró de reojo con frustración aunque en sus ojos había una chispa de apaciguamiento.
-En una de nuestras expediciones a la tierra de los Wansed, vimos que esta muchachita se coló en nuestro barco, pero al tocarla pude interceptar su aura…-me señaló aunque miraba con esperanza a la monarca.
-Un momento, yo no he sido informada de esa expedición. Ahora lo arreglaremos.
-Delante de la humana no, majestad. De todas maneras ¿de qué puede servirnos? –intervino ésta, monótona.
- Al tocarla, pude apreciar que tiene una imaginación mayor que la nuestra. Puede hacer que una guardia de soldados se levante y haga cosas extraordinarias; con sólo un poco de magia, papel y pluma –la interpelada hablaba con pasión en los ojos, como si estuviera interpretando, pero lo hacía con una naturalidad increíble.


-¿Y qué quieres que hagamos, pues?-habló levantándose y paseando la larga cola del vestido. Bajó las escaleras y me cogió la cara con dos dedos fríos.
Le quité la mano bruscamente y le miré con ojos desafiantes.
Profirió una sonrisa en sus finos labios y se detuvo a pensar, mirándome.
-Valla…Tiene carácter; y, además posee fuerza. Puedes quedártela, me ha demostrado lo que yo quería. Y sí, también he podido comprobar que tiene un don increíble, como tú decías. Enséñale la magia de los ninces - distinguí una sonrisa orgullosa y una mirada soberbia en su rostro.
De repente, me sentí alagada por esa persona que parecía ser soberbia.
-Gracias. Muchas gracias majestad. Se quedará todo el tiempo que haga falta hasta que le enseñe todo lo que esté en mí mano, y cuando esté preparada, se incorporará al ejército real.
Ahora era Xania la que hablaba. Me miraba de reojo y con alegría en su rostro.
-¿Qué me dices, Rebeca?
-¿Cuándo, cómo y dónde? ¡Quiero empezar ya! -y todos los allí presentes rieron al unísono.

Salimos de la cascada y por otro camino que nos llevaba a dentro de un espeso bosque, caminamos.
-¿A dónde vamos a ir?- interrogué.
-Pues, iremos a la residencia. Es un sitio donde los ninces sin familia habitan. También es allí donde se practica la magia y artes prácticas.
Asentí, y percibí que también el sendero era igual que el sendero de antes, sólo que no había ningún nince por allí.
Al llegar a la residencia, vi que se trataba de otra cascada. Descubrí que los ninces fabricaban las cosas iguales.
Entramos en la cascada –que tenía colores, también. –Y lo primero que nos encontramos fue una gran sala circular. Las paredes eran de ladrillos color madera oscura, y el suelo estaba hecho con losas que formaban un dibujo.
- ¿Qué es?- examiné. Hablaba tímidamente, pero era una cosa normal. Todo era nuevo para mí.
- Es el símbolo de los ninces. Si te das cuenta, lo que estás viendo es una jarra de agua echando gotitas. – Respondió suavemente.
Y pude comprender que lo que decía era verdad.
En las paredes se situaban muchas puertas en las que encima de ellas había palabras que carecían de significado para mí puesto que no lo entendía.
En una de esas puertas entramos y un gran pasillo luminoso pasamos.
-Xania, una pregunta, ¿Tenéis un idioma propio? Es que en las puertas vi palabras que no entendía y suponía que…
-Sí.- Me cortó ésta.- Tenemos una lengua propia, pero no la utilizamos. Al principio sí. Pero eso era cuando nuestra raza comenzó a independizarse. Después, la lengua fue evolucionando y al encontrar nuevos seres como vosotros, decidimos ocupar vuestro idioma. Aunque por supuesto, estudiamos nuestro lenguaje y toda nuestra historia está escrita en nuestra lengua.
- Valla…Eso explica los símbolos encima de las puertas.
Xania manifestó una risita. Para el poco tiempo que estaba con ella, me caía realmente bien. Quería contarle todo sobre mí. Era la única persona que se había dirigido hacia mí modestamente, y eso me gustaba.
Xania me mostró mi nuevo aposento.
Me levanté de mi cama y observé mi dormitorio.
Dormía en una residencia que se encontraba dentro de otra cascada.
Las paredes estaban cubiertas por espejos y, mi reflejo lo podía ver de todos los puntos de vista posibles. Los ninces dormían boca bajo. El pié lo tenían sujeto a un hilo de oro y una bola de cristal llena de agua se la ponían en la cabeza. Pero yo no era un Nince, era una humana, por eso con su fuerza telepática consiguieron levantar un lecho mullido y cómodo en apenas segundos, sólo para mí.
Pero antes de instalarme, le dije que antes de comenzar esta nueva aventura, debía decirle a mi padre que me iba.
-Tengo ganas de empezar ya. Es lo más emocionante que he vivido nunca. Una isla en la que habitan seres diferentes a mi especie. Una guerra que tendremos que librar, y, ¡seguro que ganaremos! Aprender todas vuestras costumbres y… magia -suspiré- en fin, un lugar maravilloso para mí.
-Veo que eres una chica afortunada. Y también aventurera -soltó una carcajada- bueno, tienes razón, tienes que comentarle a tu padre que te vas a ir un tiempo.
Asentí.
-Dime una cosa Xania. ¿Qué hacías en mi tierra, en un barco tan viejo y descuidado, y con esas Ninces? La reina dijo que no estaba informada, ¿qué hay de eso?- hablaba mientras despejaba la habitación de las cosas del nince ahora fallecido que habitaba allí antes.
-Andábamos buscándote a ti. Nos escapamos de la reina para poder encontrar una magia como la tuya. Un don del que nosotros carecemos.
-Bueno, ¿con qué vehículo vamos a llegar a Quirtu, mi ciudad.
-¿Quién ha dicho que necesitemos un vehículo?- sonrió.
-No sé… Supongo que un coche volador…
-Anda, menos mal que estás conmigo. Utilizaremos la magia.- Y la última palabra la incitó con misterio.
Antes de yo reaccionar, Xania me cogió de la cintura y mencionó una palabra: Yacta.
Cerré los ojos y lo siguiente que vi fue la puerta de mi casa.
Xania gracias a su magia hizo que atravesara la ventana que daba a mí dormitorio. El crepúsculo llegaba y mi padre pronto iría a algún bar cercano.
-Corre. No estoy utilizando mucha magia por si acaso. Date prisa y coge las pertenencias.
-Ya va.
Entré en el dormitorio y lo aprecié por última vez. Adiós mundo virtual.
Cogí los libros más apreciados. Una camiseta blanca de brillantina y una foto que encontré una vez de mi madre en el baúl de mi padre.
Antes de salir al salón, me encontré con el dibujo del niño humano. Lo contemplé tristemente.
Decidí llevármelo.
Sigilosamente penetré en el salón donde antes había dejado a mí padre, que ahora se encontraba sentado en eso a lo que los humanos llamaban sofá. Una mano asía un líquido verdoso que provenía de Wansed. Pero claro, La Tierra era el planeta donde nosotros adquiríamos los productos gastronómicos o de decoración. La ropa la obteníamos nosotros mismos, era la única operación que sabíamos realizar bien.
- Tráeme una cerveza humana niña.- Espetó sin dirigirme mirada alguna.
-Frax, me voy de este lugar- especifiqué sin ningún remordimiento.
-Vete a por la cerveza. Mañana tengo que instalarte en tu base de datos un programa que no diga mentiras- hablaba con brusquedad.
-Frax, me voy. Si no lo crees, no lo creas-zanjé.
-Tú no te mueves de aquí. ¿Me oyes?-dejó la botella que contenía el líquido verde y se incorporó.
-¿Y tú quién te crees que eres?- chillé.- Un maldito viejo borracho, que carece de sentimientos. Que lo único que le ha hecho a su familia ha sido hacer que caiga en una maldita desgracia. ¿Por qué Melissa murió? Eh Frax. ¿Fue porque me tuvo? ¡NO! Era porque no te soportaba. No tienes sentimientos, como la mayoría de los que habitan en este planeta.- voceé con las manos transformándose en puños.
La expresión de la cara de mí padre contenía cólera. Él estaba tiritando de ira. Y mientras yo le acusaba, él se acercaba lentamente.
Al ver que sus pasos se acercaban a mí, al ver que su puño ascendía para golpearme y, al ver que mostraba sus dientes despejando los labios, retrocedí. Pero no me iba a quedar parada mientras éste me pegaba e insultaba, no. Haría todo lo posible por recriminarle los daños que había sufrido por su culpa.
-¿Qué vas a hacer? ¿Me vas a pegar? ¿OTRA VEZ?- espetaba con una sonrisa de antipatía.
Éste gruñó.
-Todavía no sé por qué te tuve que comprar esos estúpidos libros humanos. ¡ABRE LOS OJOS, REBECA! Eres una Wanster. Nunca has sido una humana y nunca lo serás. Ahora deja de decir estupideces o…
-¿O qué? No te tengo miedo Frax. Te he tenido miedo todo este tiempo. ¡QUINCE AÑOS AGUANTÁNDOTE! Quince malditos años soportando el dolor. No te quiero, Frax. Y si piensas que estaré cautiva en esta mierda a lo que llamas hogar, estás equivocado-sentencié.
Cogió lo que los humanos llamaban lámpara y con un grito de rabia, lo alzó para luego golpearme. Pero, en el acto, una luz brillante deslumbró a mi padre y a mí. Quedé sumida en la oscuridad.
La historia con la que había soñado tantos años estaba empezando a escribirse y yo, era la protagonista.

viernes, 22 de enero de 2010

Capítulo1-El cambio de mi vida.

Capítulo 1

Yo no sabía qué hacer. Había ido al puerto. Había visto a una chica con destellos que recorrían todo su cuerpo. Me había despertado en la puerta de mi casa por la mañana, y todo sin saber cómo.
Vi mí alrededor descubriendo que ahora todo lo que veía era diferente.
Lo que antes tomaba por un parque hermoso frente mi pequeña casa, con rosas y claveles en todos sus alrededores, con césped artificial cubriendo el suelo, con amantes besándose bajo la tenue luz del crepúsculo; lo que antes veía algo bello, ahora lo veía como algo normal, indiferente.
De repente, se me ocurrió una idea, y como sabía que era una idea buena, hice una historia sobre el acontecimiento tan sobrenatural que me había sucedido, para preservarlo del olvido. Comencé a escribir:


"Un chico llamado William, estaba tranquilamente paseando por el bosque cuando escuchó un sonido, como un cantar. Provenía del lado derecho de donde él se encontraba y parecía de una joven. La canción trasmitía melancolía, pero a la vez, hacía que William se encantara y siguiera ese cántico tan atrayente como el de una sirena.
Fue buscando a esa musa que solfeaba y la vio en la cima de un acantilado. Estaba sola y lucía un vestido blanco, haciendo que el sol reflejara en ella una luminosidad dorada. El joven se enamoró de su figura. Parecía un ángel.
La muchacha notó que alguien la observaba y con un gemido de susto, desapareció. William se sintió ofendido y desilusionado, pues esa hermosura se le escapó de las manos. Pero no iba a darse por vencido, no. Él iba a buscarla y a encontrarla. Él iba a mostrarle su amor por ella e iba a descubrir el porqué de esos destellos luminosos que cubrían su cuerpo."

¿Y ahora? Me había quedado en blanco. Tenía que saber más sobre esos seres extraños. Para poder escribir más sobre mi historia.
Decidí que era hora de entrar en casa. Me coloqué frente a la puerta de aluminio y pronuncié la clave para entrar:

-Zarzamora.- Y al articularlas la puerta se abrió de derecha a izquierda, como una puerta corrediza.
Entré y cerré la puerta; me encontraba en el descansillo, un sitio que constaba de un espejo, un armario para dejar las tablas voladoras y una pequeña mesa donde Frax, mi padre, guardaba todas sus pertenencias.
Para subir a mi cuarto primero tenía que dirigirme al salón, cosa que me incomodaba puesto que mi padre habría percatado de que no me encontraba esa noche. Pero quería prepararme para ir otra vez al puerto. Tenía que visitar a esas extrañas criaturas.
Al entrar en el salón, me encontré con la mirada de mi padre, furtiva. Él estaba desayunando una especie de papilla azul. Sabía que esa mirada iba acompañada de una paliza, puesto que mi padre era un hombre celoso, despiadado, repugnante y borracho.

-¡Rebeca!, ¿dónde has estado?-me gritó mi padre furioso golpeando la mesa con un puño.
-Me quedé dormida en el puerto, no ha pasado nada- le contesté sin preocupación alguna de que él me castigara. Y ese hecho estaba por suceder.
-A tu cuarto castigada, no saldrás en todo el día-me dijo. Acto seguido, se serenó y comenzó a comer sin dirigirme más la palabra.

-Pero, Frax...- proseguí intentando conseguir que no me castigase.

-No me digas ni pero ni pera. ¡A TU CUARTO!-atajó, furioso. Se levantó y se quitó la zapatilla.

-Vale. Vale, ahora voy-subí a duras penas a mi cuarto y al llegar, me tumbé en mi cama boca bajo.

Mientras intentaba tener una buena compostura comencé a pensar en lo que me rodaba:
Mi padre no podía conmigo. Yo me escapaba siempre que él me castigaba, bueno, siempre me castigaba. No tenía amigos ni familia puesto que las personas de mi sangre eran despiadadas y sin sentimientos, como mi padre. Me hacía gracia que todos mis familiares se frustraran por mí. Mis primos eran personas que hacían lo que se les mandaba y yo era la primera que me escapaba para leer un libro o para descubrir nuevas aventuras. La frase preferida de mi padre dirigida hacia mí era;

<< Esta niña me tiene harto, todo el tiempo metida en líos y encima haciendo que le compre más y más libros humanos, ¡como si fueran baratos!>>

Pero a mí me daba igual, sobre todo ahora. Estaba pendiente de mí historia y esos seres.
Despegué mi cara de la almohada y me senté en la cama. Observé mi cuarto con atención y tras pasar unos cuantos segundos noté que algo se movía en mi escritorio, siempre iluminado por una ligera luz amarillenta para que me pudiera concentrar al escribir. Me acerqué para ver lo que era, y hallé que era un papel. Lo cogí rápidamente y me dispuse a asegurarme de lo que era.
Vi un dibujo de una persona. Pero no una persona como todos parecía. Ésta era un humano. Un niño humano que años atrás había dibujado porque quería tenerlo como recuerdo.
Suspiré.

-Ojalá fuera como ellos- me dije.

Los habitantes de mi planeta eran iguales que en La Tierra. Es decir, teníamos el mismo físico pero no poseíamos sentimientos, por eso envidiaba a los seres humanos, porque ellos no se guiaban por su cabeza, como nosotros. Se guiaban por su corazón. Los sentimientos estaban por encima de la mente. Y nosotros, los Wanster éramos al revés. Había otra cosa en la que nos diferenciábamos, nosotros no teníamos que ir a la escuela, sino que teníamos una base de datos en nuestro cerebro y todo lo que nos enseñaban rápidamente lo guardábamos en esa memoria. Una virtud, al menos.

Suspiré de nuevo.

Después de contemplar otra vez el cubo a lo que se llamaba habitación, blanco en todos los sentidos; tanto la cama como los muebles; tanto la pantalla virtual que con mi dinero había conseguido como los forros de los libros que yo misma había fabricado.

Tuve un presentimiento y mi subconsciente me exigía ir hacia la terraza. Hice caso a ésta y me dirigí a la terraza. Una vez apoyada mis manos en la barandilla también blanca, inspiré el aire que azotaba suavemente mi cara y, al cerrar los ojos y volverlos a abrir, la cara de una mujer con destellos dorados ocupó mi mirada.
Me sorprendí y me asusté. Era una mujer que parecía un ángel, pero, la sorpresa, hizo que me acobardara.

-Shhh...Tranquila, soy buena. Quería pedirte perdón por las molestias de ayer -entre frase y frase mostraba una dulce sonrisa-.Cuando te toqué, noté que eras especial y te necesito -concluyó rápidamente la frase con afabilidad y me dio confianza.
Pasó la barandilla ágilmente y se quedó frente mía. Mirándome alegre, pero interesante.

Dejó que me rehabilitara, y cuando lo hice, pude distinguir su rostro.

Me miraba con unos ojos intensamente negros, a juego con el extenso cabello. Las cejas no las podía distinguir porque su frente estaba ocupada por un flequillo recto, y con unos labios carnosos me dirigió una grata sonrisa.

Su belleza suprema hacía que tuviera confianza en ella, y mi subconsciente no me negó que lo hiciera. Así que, sin pensar en mi padre ni familia, me incorporé y la miré. Le di la mano automáticamente. Y la chiquilla me sonrió de nuevo.

-Sígueme, por favor.- Me sugirió ésta.

Agarrándome la mano con fuerza, la muchacha se subió en el antepecho y tiró de mí. De pronto, las dos caímos hacia el suelo de la carretera, pero una luz azulada invadió mis ojos, aunque pude escuchar un grito que procedía de lo que parecía ser mi salvadora.

La siguiente imagen que contemplé fue agua. Agua en abundancia. Estaba en el mar. Pero, el agua me había cogido por sorpresa y no pude tocar pie; empecé a tragar y a tragar de ésta en abundancia.

-¡Ayuda!- logré decir después de unos intentos.

Pero nadie parecía escucharme.

-¡AUXILIO!- repetí.

Seguía sin obtener lo que necesitaba. Sentía que el agua se introducía en mi garganta, mis oídos, mi cuerpo, el agua me envolvió entera y una ola tragó mi cuerpo.
Empecé a ver borroso, distinguí que algo se acercaba a mí. Era como una especie de luz beldad que no paraba de moverse. Se dirigía hacia mí y pude distinguir unos ojos negros como el azabache y penetrantes como un espíritu.

Me estremecí.

Pero pronto descubrí que lo que esa luminiscencia quería hacer conmigo era salvarme. Por eso venía hacia mí asiéndome de las piernas intentando que no escapara y luego llevándome a la superficie, donde de nuevo podría experimentar la respiración y la luz del sol de mi galaxia.

Me dejé arrastrar por la mujer con destellos y me trajo a la orilla del mar.
Ahí, cerré los ojos y, atónita por lo que me había ocurrido, caí en una especie de cansancio.

Con mi vaga vista, contemplé que la muchacha luminosa a la que antes había conocido estaba al lado mía. Y noté que su mano cogía la mía y acariciándola. Sentí bienestar.

-¿Dónde estamos?- me atreví a preguntar.

-Nos encontramos en el único poblado nince del universo.
Me estremecí y la muchacha se dio cuenta.

-Tranquila pequeña. Los nince somos una especie tranquila, ahora sabrás porqué te necesitamos- susurró amablemente, y pude interceptar una sonrisa.

Después de cinco largos minutos echada en la arna y recuperando mi pulso normal, despegué la vista de ella y me incorporé tambaleándome. Aprecié un mundo nuevo. Vi que estaba lleno de árboles de colores. Hermosas personas destellantes saltaban danzando del agua a la tierra para recoger los frutos y oler las fragancias de ese paisaje. Vi que en ese lugar, esos seres sí que tenían sentimientos; había familias, parejas, amigos. Eran como los humanos, pero desprendían resplandores de colores que les hacían seres más maravillosos. Al principio no se dieron cuenta de mi presencia. Pero me estaba fascinando con esas personas que hacían que mis ojos se entreabrieran por la luz cegadora.

-¿Sois seres acuáticos?-balbuceé, todavía presa del asombro.

-Sí. Eres una chica lista -respondió con simpatía.
Todavía seguían sin verme. Pero, atendiendo a la ayuda que la mujer me pidió al conocerla me atreví a peguntar:
Pero, estáis en una sociedad perfecta. ¿Para qué necesitas mi ayuda si no tienes nada malo en este sitio?

-Verás, nosotros los ninces somos seres pacíficos y nunca hemos hecho nada malo. Pero otra especie reclama nuestra existencia y nos quieren destruir. Si ves ahora este mundo, puedes observar que somos seres libres y perfectos, pero en la realidad, siempre estamos al acecho de algún mal aéreo que ataca contra nosotros -seguía hablando amablemente, pero atisbé un tono serio en su voz.

-¿Entonces, hay seres aéreos? Vosotros sois los acuáticos, ¿no?-asintió- Hay una especie que no os quiere y quiere exterminaros. Ellos ocupan el aire…-asintió de nuevo- entonces, supongo que mi especie son los terrestres, ¿me equivoco?-la mujer sonrió y entre su rostro perlado por cristales mostraba unos dientes perfectos y blancos.

-Eres una chica muy curiosa, pero sí, tienes razón.

Al contemplar de nuevo el perímetro, me acordé de que había escrito una historia en la que tenía un panorama parecido. Saqué mi cuaderno y comencé a escribir la descripción de lo que veía. No veía si la mujer que estaba al lado mía me observaba, pero me daba igual.

-¿Qué escribes? A ver...-me quitó el cuaderno de las manos y lo leyó:

-“La doncella le enseñó a William de dónde provenía y él pudo advertir cosas extraordinarias que nunca antes había visto”... ¿Lo acabas de escribir? Eres muy buena, con solo una frase ya cautivas a todo aquél que te escuche.

-Gracias -me ruboricé.

-Bueno, necesitamos tú ayuda porque…. -Empezó a caminar delante de mí y dejó que su cabellera rubia danzara alrededor de ella.- Ven.
Ella me cogió de la mano y me guió a su ritmo – es decir, haciendo que yo corriera mientras ella andaba tranquilamente- por un sendero de tierra nítida en el que en los extremos florecían flores exóticas y grandes.
Me dí cuenta de que había muchos ninces que paseaban por ese camino que me vigilaban. Yo les ofrecía una sonrisa como saludo, pero ellos se detenían y me miraban asombrados.
Una nince en miniatura pelirroja y con un vestido blanco se alejó de lo que parecían ser sus padres y se acercó a mí, intentando coger el ritmo del que la nince que me llevaba iba.

-Toma- decía la niña corriendo y con una flor azul violácea en la mano.
A pesar de la admirable velocidad a la que mi nince iba, la niña aceleró el paso y me alcanzó, dándome por fin la hermosa flor.
Contemplé con dulzura como la niña volvía con sus padres y, unos de estos la cogía haciéndole cosquillas. Al dirigir otra vez la mirada a la mujer y escuché una carcajadilla. Y a pesar de la carrera que estaba corriendo, olí la flor.
Al llegar al fin de nuestro trayecto, la chica paró y dejó un tiempo para que me repusiera de la corrida.




Fui tras ella y las dos caminamos adentrándonos en una cascada de agua cristalina. Nos mojamos y dejamos atrás árboles coloridos y nubes fosforescentes.